Diario de León
León

Creado:

Actualizado:

Transcribo textualmente del diccionario el término reacción, dentro de sus diferentes acepciones: Acción que resiste o se opone a otra acción, actuando en sentido contrario a ella. Bien, y ¿qué es la reacción humana? Es el reflejo de la actitud de una persona (yo añado, o una sociedad) ante una situación o cualquier estímulo que reciba. Aunque no pretendo meterme en disquisiciones psicológicas, señalo, para la intención de este artículo, un apunte para matizar la diferencia entre reacción y respuesta, considerando la primera más «primaria», más subordinada a impulsos inconscientes, mientras que la segunda es más elaborada mentalmente, más reflexiva y «razonada». Eso en teoría, pues en la práctica ambas formas se entremezclan y a veces se subordinan en un orden caprichoso y cambiante, según las circunstancias. El factor tiempo entre la acción y la reacción tiene mucha importancia, de tal suerte que, a veces, una reacción tardía, considerada a destiempo, no sirve para nada. Lo mismo que si la reacción es precipitada. Conviene, pues, «hilar fino»: Tener reflejos y, a la vez, preparar adecuadamente la respuesta para lograr el resultado deseado.

Trasladadas estas consideraciones a la situación política actual, vistas las acciones, cuyas intenciones reales son bien elocuentes a pesar del disfraz o la mentira con las que pretenden confundir o engañar al personal, conviene preparar de forma rápida, pero no precipitada, la respuesta exigible y necesaria para hacer frente a dichas acciones. Si se deja que pase el tiempo, la reacción servirá para muy poco o para nada. Eso lo sabe de sobra «el gran engañador». No conviene olvidar un dato que nos suministra la Historia de la Democracia: Cuando un sistema democrático se desliza hacia una autocracia de forma lenta, pero progresiva, no tardando acabará siendo una dictadura. Y todos sabemos, sin embargo, que revertir el proceso, pasar de una dictadura cristalizada a una democracia es sumamente difícil, cuando no imposible o muy improbable. Para algunos, la dictadura (en sus diferentes variantes) supone la verdadera forma requerida para gobernar a la sociedad humana, dada su idiosincrasia, mientras que la democracia no dejaría de ser más que una tentativa utópica, e incluso contraria a la esencia del rebaño. Ojo, pues, a la importancia del momento actual.

El autócrata no considerará nunca su acción como propia de un dictador, sino que tratará por todos los medios de convencer al personal de que se trata de una forma avanzada y progresista de la democracia auténtica y necesaria en el tiempo presente. Escogerá cuidadosamente conceptos y calificativos que empleará como sinónimos de libertad, progreso, bien común, justicia etc., aunque el verdadero contenido sea falso y engañoso. Tratará de distraer, de desviar la atención del personal pretendiendo que reaccione hacia aspectos secundarios y de menor importancia de sus acciones, mientras busca llevar a cabo su objetivo principal que esconde o niega. Es más, cuando se le conmina a que deje de mover el cubilete o se le coge in fraganti, con las manos en la masa, tratará de salir airoso del trance negando la mayor o descalificando el juicio del oponente, a quien atacará sin piedad, si puede. No busquéis verdad en quien utiliza la mentira como elemento transaccional.

Si la relación es tardía, una vez llevada a cabo la acción, el autócrata dará por válida, legal, justa etc. aquella, ya que el hecho consumado en tiempo y forma se considerará ajustado a derecho. ¡Ojo! Él sí puede «cambiar de opinión» y decir: «Donde dije digo, digo Diego». Los demás no, por supuesto. Es por eso que urge reaccionar cuanto antes, plantar cara, dejar claro que no estamos dispuestos a aceptar sus tejemanejes felones. Si nos dejamos engañar ahora, no servirán de nada las quejas posteriores, creyendo o esperando poner remedio en nuevas elecciones generales. El autócrata, con una sonrisa, mitad sarcástica mitad triunfal, nos lanzará, remedando a los clásicos de nuestra literatura, aquello de «cuán largo me lo fiais…»

Queda lo más importante, la forma, la estrategia, la plasmación de la reacción-respuesta, que ha de ser firme, contundente, continuada, civilizada por supuesto, pero unánime de todos aquellos, sin importar sus querencias o tendencias partidistas en condiciones políticas normales, que en las circunstancias especiales y graves actuales consideramos que nuestro derecho es manifestar el desacuerdo frontal ante los posibles (y muy probables) desmanes puestos en marcha por el autócrata. Ya sé que van a servir de poco o de nada la referencia a la Constitución, o la argumentación al derecho de igualdad entre todos los españoles, ante el intento de desmantelar lo que el autócrata considera su legítima y real verdad. Escuchar y valorar otras opiniones distintas, y que pudieran demostrar lo erróneo de las propias, no hace parte de su naturaleza. No está de más que Juristas de renombre «apabullen» con argumentos contundentes lo inadecuado de su intento, pero no servirá de mucho porque él contrapondrá otros argumentos cocinados para la ocasión por otros Juristas que avalarán lo contrario. Podremos calificar a estos últimos de conniventes o vendidos a la causa del autócrata, pero él habrá logrado desprestigiar la Ley y la Verdad. Cuando una sociedad prescinde de la Ley y de la Verdad está condenada al fracaso. Tampoco será sensible a las críticas de los de su partido político por cuanto que él solo considera suyos a quienes piensan como él o a quienes se pliegan o se venden a sus deseos.

Ante un «caso de libro» como este, solo cabe, al margen de lo que las otras facciones políticas puedan y tengan que hacer al respecto, la manifestación de la sociedad en las calles y plazas de nuestro suelo español, sí, español que engloba lo que está por encima de todo lo demás, sin minusvalorar a nadie, obviamente. Si nos hacemos oír con fuerza y determinación, el autócrata medirá primero sus fuerzas y conveniencias y acabará por hacer caso a la sociedad unida y decidida. Es posible, incluso, que el autócrata, haciendo una pirueta de las suyas, trate de aprovecharse, beneficiarse de esa fuerza poniéndose de su lado... Eso, al fin y al cabo, es lo de menos. Lo importante es que nuestra reacción cambie la dirección de su acción.

Animo a los lectores a unirse a la reacción; cada cual según sus posibilidades. Sé que mi voz no tiene mucha relevancia, pero si pudiera servir para que algunos se decidan a apoyar lo que ya está en marcha por otra parte, me daría por satisfecho. No hay que olvidar que, aunque parezca una frase hecha, «La unión hace la fuerza» y que «Un grano no hace granero, pero ayuda al compañero».

tracking