Diario de León
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En mi artículo Viva León, pero que viva bien publicado en esta Tribuna de Diario de León el 15-2-2023, preveía lo que iba a pasar y, desgraciadamente, está pasando. Entre otras cosas decía: «Si el Gobierno de España nos va a decir lo que es verdad y lo que es mentira, apañados vamos: no tardará en ser delito hablar bien de los 18 grandes Reyes de León, tan católicos y de derechas. Se están imponiendo malas leyes que van contra el buen sentido común. Los legisladores, con gran ignorancia y frivolidad, olvidan que todos somos iguales ante la ley. Lo que digo es tan elemental que ni siquiera hace falta recurrir a Montesquieu y El espíritu de las leyes . Ya hace mil quinientos años que Justiniano, en su Digesto, proclamó: «El derecho es el arte de lo bueno y de lo justo», axioma que, desgraciadamente, se incumple con harta frecuencia. Nuestra Constitución es muy clara, dice: todos los ciudadanos somos iguales. En consecuencia, si viviéramos en una democracia real, verdadera, se evitaría caer en la tentación de querer modificar la ley a través de la puerta falsa de un posible partidista Tribunal Constitucional, que, sin ser competente, pudiera burlar la Constitución y, antidemocráticamente, impedir al pueblo de España, a todos los españoles, las consultas o referéndums que la propia ley máxima establece, dicta y exige.

Ahora, pasados ya seis meses del citado artículo, viendo la peligrosa y funesta deriva que toma la navegación del barco de España, tengo que insistir diciendo: el Poder Legislativo y el Poder Ejecutivo no son competentes ni tienen derecho a dictar leyes que vayan contra la igualdad de los españoles, el Tribunal Constitucional tampoco. En consecuencia, si se aprobara una amnistía a favor de los sediciosos separatistas catalanes, en su día ya condenados en firme, dicha Ley de Amnistía sería totalmente ilegítima e ilegal por la simple y elemental razón de ser contraria al derecho de igualdad ante la ley de todos los españoles: no se puede premiar al delincuente y castigar a los que cumplen las leyes. Este principio de igualdad ante la ley, que es básico y esencial en cualquier democracia, no puede ni debe ser arrasado por ningún tribunal ni por la mayoría de votos de una cámara legislativa, en este caso la Cámara Baja o Congreso de los Diputados.

Es una pena que haya tanta gente que no sabe distinguir la esencia del indulto de la esencia de la amnistía, que son completamente distintas y hasta opuestas.

¡Qué desgracia, qué enorme mala suerte que España y los españoles de bien tengamos que sufrir y padecer a esta gran caterva de crueles mercenarios de la política dispuestos a convertir el imperio de la ley en dictadura pura y dura!

La Historia demuestra que ser comunista y demócrata es imposible, que comunismo y democracia son términos opuestos, incompatibles.

Sin embargo, los todavía fervorosos de Lenin, de Stalin, de Castro, de Che Guevara y de Neruda siguen presentándose como benéficas ovejitas luceras, pacíficas y serviciales, que nos regalan la mejor y más abundante leche, de la que salen deliciosos quesos, yogures, mantequillas y requesones.

Cruel era el famoso Batallón Lincoln, unos tres mil comunistas de EE UU que vinieron a España para integrarse en las Brigadas Internacionales compuestas por 60.000 fanáticos. Dijeron venir a luchar para liberar a los españoles de la maldad y el yugo del fascismo, un fascismo que en realidad no existía: Franco era militar, republicana-anticomunista la Falange, los de Hitler socialistas nacionalistas republicanos, y sólo los italianos eran en verdad fascistas, pero también republicanos. Decir que España estaba bajo el poder fascista era una mentira de la siempre poderosa y efectiva propaganda comunista que venía operando muchos años antes de nuestra desgraciada Guerra Civil, pues ya en 1917, por primera vez, se empezaron a escuchar gritos de ¡Viva Rusia!, creyendo el pueblo infeliz que el comunismo pondría remedio a la injusticia social y al sufrimiento de la inmensa mayoría de los desgraciados pobres de esta tierra. Entonces, los españoles no se dieron cuenta que sería peor el remedio que la enfermedad, que aspirar a ser un país satélite de Rusia nada solucionaría.

El refranero español dice: «En las peleas entre padres e hijos, entre primos y hermanos, no metas las manos». Sin embargo, estos tres mil ignorantes yanquis comunistas, cuyos padres y abuelos ya habían masacrado-eliminado a casi todos los nativos del norte de América y luego, en 1898, nos robaron Cuba, tuvieron la chulería de venir a España para echar más leña al fuego, matar, y vivir un tiempo de libertinaje.

Los italianos tampoco tendrían que haber venido a España, pues aquí no se les había perdido nada. Mussoline, republicano, antes socialista, creador del fascismo, apenas pasó de ser un mastuerzo manejado por un Hitler que no había leído El aprendiz de brujo ( Der Zauberlehrling ) de Goethe, de 1797, ni la versión musical del francés Paul Dukas, de 1897. Se dice que, mucho antes, el poeta Virgilio contaba historias similares de otros aprendices de magos, y dos siglos antes de Cristo, el sirio Luciano de Samosata, en una de sus sátiras, traducida al latín como Philopseudes o amantes de las mentiras, ya nos prevenía del peligro de dejar nuestro presente y porvenir en manos inexpertas e ignorantes que quieren dárselas de maestras sin entender siquiera los adagios: «zapatero a tus zapatos», «no nos metáis en camisas de once varas» o, como dijo Eugenio D’ors: «el experimento, camarero novato, mejor con gaseosa, no con el champán, que nos sale muy caro».

Los alemanes también deberían haberse quedado en su casa, pero estaban demasiados cabreados por la humillación del Tratado de Versalles. El Führer fue capaz de sacar lo malo del pueblo alemán, y lo preparó para el peor de los fines: la venganza.

Si toda esta gente no hubiera venido a pegar tiros, nuestra funesta Guerra Civil no hubiera durado tanto.

España sufre ahora un Gobierno confeccionado a base de aprendices de brujos, y su pedestal se ha levantado sobre un montón de basura separatista. Triste es comprobar que apenas hay intelectuales independientes que defiendan la verdad y enseñen a los españoles la real y verdadera Historia. La culpa nunca ha sido, ni es, del pueblo, de la gente humilde, desfavorecida, sin un trabajo decente y suficiente, que siempre sufre, es víctima, y se le niega la esperanza de prosperar. Decir estas verdades ya es tan arriesgado y peligroso que genera odios y enemigos. Así se explica que el Frente Popular expulsara a los jesuitas, prohibiera decir «adiós», llevar un escapulario, una cruz, que obligara a dejar abiertos los portales de las casas de Madrid y, como los vecinos las cerraban, se quedara con todas las llaves. De esta manera, los milicianos podían entrar a cualquier hora, cometer los actos más cobardes, violentos, sangrientos y crueles.

El británico nacido en la India, Eric Arthur Blair, más conocido por George Orwel, también estuvo disparando a favor del comunismo, aunque luego se arrepentiría a medias y publicaría, en 1945, Rebelión en la granja , y en 1949 su famosa novela «distópica» titulada 1984 , de la cual hace un profundo estudio el periodista y escritor, también británico, Dorian Lynskey, en su libro de ensayo, publicado en noviembre de 2022, El Ministerio de la Verdad.

Pistonudas son mis cinco gallinitas, que aman la paz y no se meten con nadie.

Con toda Burbialidad.

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