Diario de León
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Si en algún momento hemos defendido la necesidad de un cambio en el sistema educativo a fin de evitar el abandono y el fracaso, es hora de que vayamos más allá y demos razones de peso para ese necesario cambio. Y las razones no son otras que las propias materias o asignaturas. Hemos pasado de un reducido número de materias a una interminable lista de asignaturas, como si el mero barniz de sus nombres nos garantizara su aprendizaje. Nos hemos equivocado, tal vez. Es cierto que el alumno ha de pasar por múltiples tareas para ver si encuentra el perfil que más le capacite.

Parto de una base, un axioma: la enseñanza ha de estar integrada por teoría y práctica. Eso, desde luego. Una práctica real, es decir, que se haga en los Centros de trabajo y no en los laboratorios de los Institutos, por lo general desfasados o escasos de material. La fusión teoría y práctica han de asociarse con más persistencia, de manera que una afiance a la otra. Esta fusión no sé cómo se puede hacer, pero hemos de caminar hacia este logro. Quizá suponga romper la manera clásica de la clase y no es fácil dar este golpe de timón. Estoy hablando, en todo caso, en los últimos años de Secundaria y en Bachillerato.

Este cambio supondría descargar al alumno de mucha teoría, supondría aligerar la carga de las materias. Y hemos de avanzar por esta senda si no queremos que los alumnos abandonen porque vean que de nada sirve el estudio o que hay mucha gente que se coloca sin tener que estudiar muchos años. Habrá que conjugar más la teoría y la práctica, y la participación de la empresa en la enseñanza se me antoja necesaria e indispensable. En definitiva, la mayoría de la gente estudia para trabajar un día en una Empresa y muy pocos, los selectos, serán los que seguirán estudios en investigación y laboratorios.

Por eso, no parece descaminado el camino que sigue Japón en su línea de aprendizaje. Aboga por una aritmética de negocios, la lectura (52 libros al año), la computación, los idiomas (4, al menos) y el civismo. En estas pocas materias se encierra su diseño curricular. Y con acierto. Hoy en día el alumno, con los medios tecnológicos a su alcance, debe dominar este campo cibernético, debe conocer cómo funciona la comunicación, debe estar instruido y debe comportarse educada e inteligentemente. Y no le hacen falta muchas materias, sino un dominio profundo de lo esencial.

¿Y qué hacemos con tantos profesores de asignaturas de relleno? No creo que de la noche a la mañana se implante el nuevo sistema educativo. Qué va. Tendrá que pasar tiempo y observar qué mantenemos y qué cambiamos. Desde luego el plan tal como está no conduce a nada, más que al abandono y a gente poco o mal preparada. Picotea en muchos platos y se queda in albis. El actual sistema educativo no conduce a nada. Hace falta personal bien preparado, acorde con los tiempos, pegado a la Empresa, ligado al trabajo. Quizá ese día sí le verán los estudiantes sentido a su esfuerzo.

No tenemos por qué parecernos a Japón. Pero hemos de hacer un esfuerzo por ver qué materias interesan de cara a una enseñanza práctica y divertida. Por descontado que las bases se deben asentar en una primera etapa. Aquí hemos de ejercitar mucho la memoria y dar paso, paulatinamente, a la razón y a la lógica. Luego, a medida que crecemos, hemos de pensar en formar ciudadanos educados, correctos, razonadores, íntegros… Y en una tercera fase —y pensando ya en el trabajo— la formación ha de combinarse con la práctica. Solo un reducido número de alumnos podrían llegar más lejos y especializarse en estudios superiores, en los que la teoría y la práctica han de estar siempre presentes.

Todavía se oyen voces que aluden a una enseñanza anclada en el pasado. Y, en parte ha de ser así, pero como punto de partida. Ahora toca idear el andamiaje más idóneo. Partamos de una buena cimentación y luego, escalón a escalón, construyamos la escalera más firme para alcanzar la meta más acorde a los tiempos actuales.

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