Diario de León

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Solemos ser escasos en el elogio los españoles. Somos así desde la noche de los tiempos y nada hace pensar que algún día cambiaremos. Siempre se ha dicho, aunque sea coloquialmente, que aquí, al que triunfa, al que destaca al que le van bien las cosas, en vez de animarle, felicitarle y admirarle, aquí lo que se hace o se intente es echarle la zancadilla. Atención a la nación de Julio Iglesias, Vuela alto . Eso es así. Eso y la envidia, ¿o es lo mismo?, es nuestra trade mark .

Viene esto a colación de que el discurso que, este año ha hecho por la Navidad, el rey Felipe VI, ha sido, en mi opinión, impecable. No me quiero callar. Ha sido impecable. Otra cosa es la opinión de esos socios del PSOE, alquilados para mantener al baranda en la Moncloa. Esos son punto y aparte. Esos dicen lo que les conviene cuando les conviene. Ocurre que cada vez son menos creíbles porque cada vez se les conoce más. Pero están ahí, y eso comporta, sin duda, peligro.

Pero sigo con lo mío; ¿quién influye con una mano negra, mejor mente negra, que no deja de meterse con nuestra Monarquía? ¿De verdad esa Monarquía que goza de un prestigio envidiable en el mundo es merecedora de esas opiniones provenientes de los arrimados al PSOE con el fin de obtener prebendas que, de otra forma, como demuestra la historia serían incapaces de conseguir? Lo dicho, aquí vamos a degüello con el que hace bien las cosas.

Ahora les ha molestado que el rey Felipe se haya apoyado y haya resaltado la enorme importancia de la Constitución española. ¿Son conscientes de lo que hacen? No se lo creen ni ellos, pero ya digo, por el interés te quiero, Andrés.

Ha sido tan manoseada la Constitución en manos de estos grupitos que se podría pensar que su desgaste, el de la Constitución, podría llevarla a cambiarla o algo más. Pero, no, esta Constitución nuestra ha sido capaz de evitar más de un enfrentamiento entre políticos y aquí estamos 45 años después de su creación. Lo recordó, para los despistados, el rey Felipe en su discurso de Navidad.

El otro gran concepto del discurso del Rey fue nada más y nada menos, España. Que gran desvarío se está haciendo con nuestro país, con nuestra nación, con nuestra España. O sea, que por que va a hacer un discurso el presidente de la Generalidad de Cataluña, alguien perfectamente adiestrado, aparece por detrás y quita la bandera española dejando, en solitario a la bandera catalana. ¿Dónde se ha visto cosa igual? ¿A qué país europeo se le pasa por la cabeza hacer algo similar? Recuerdo que el dadivoso Sánchez ha perdonado a los catalanes una deuda de l5.000 millones. Bueno, pues estos no aceptan la bandera española. Y cundo digo estos, naturalmente me refiero a los independentistas. En Cataluña hay muchos catalanes-españoles. Sólo que hablan poco porque les tienen acojonados.

¿Tan graves fueron las palabras sobre España del rey Felipe, que esos grupitos consideran el discurso como algo antiguo, de tiempos pasados.

Hay que tener estómago para escuchar a la de Sumar que no se sabe si habla gallego, si habla español o si toca la gaita.

Lo acepten o no, tenemos un Rey que es un ejemplo para Europa, para su propio país, es distinto. Es, sin ninguna duda el mejor preparado para desarrollar un reinado que, a pesar de las «zancadillas» en forma de opiniones él sigue ahí, dando ejemplo de coherencia, de sentido de Estado, de saber estar ante los países extranjeros y de amor a su propio país.

¿O es que presumimos más de Rufián, Yolanda Díaz, María Jesús Montero o quizá de Oscar Puente? Como se decía en mi pueblo, eso sería comparar a Dios con tía Manuela.

Y, a todo esto, Sánchez no dice ni ‘mu’ del discurso Navideño del Rey. Quizá lo diga cuando a él le apetezca nunca cuando debe o es adecuado.

Tenía yo ganas de decir, de gritar que tenía ganas de decir esto, no me quería callar. Ya lo he hecho. ¡Qué bien!

¡Feliz Año Nuevo!

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