Diario de León

¡Oh glorioso San Antón, que no cese tu tradición!

Publicado por
Héctor-Luis Suárez Pérez
León

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Casi sin digerir la resaca de «Reyes» y el arranque postvacacional, para muchos, apresurada irrumpe cada año la fiesta de San Antón (día 17). En especial, para las personas vinculadas a procurar que ésta cobre realidad: mi caso y de algunos amigos más en toda la provincia. Gentes que asumen la responsabilidad de mantener esta relevante muestra de nuestro patrimonio inmaterial en el calendario festivo anual.

Fiesta antañona y arraigada, en lo público es muy popular y peculiar en matices, aunque es recoleta en dimensiones de celebración, por nutrida que ésta resulte. Suele presentar una puesta en escena discreta en participación y justa de gentes, en rincones exteriores abrigados del caserío o la iglesia. Circunstancias que le aportan tintes casi íntimos y convierten en muy vivencial y entrañable para quienes se acerquen a ella donde fuere. ¡Vamos, «que invita a repetir»! Y así sucede desde hace siglos en tantos pueblos de las comarcas provinciales que la han mantenido o donde se ha recuperado en los últimos treinta años. Más allá de los ceñidos a lo estrictamente litúrgico, podríamos mencionar lugares de «programa anexo» característico más consolidado, como Acisa las Arrimadas, Algadefe, Antimio Abajo, Astorga, La Bañeza, Bembibre, Cacabelos, Calamocos, Pte.Domingo Flórez, Villademor de la Vega, Villar de los Barrios o León capital.

La despoblación, el olvido, el envejecimiento o el recio invierno leonés, aunque condicionan o merman de algún modo la fiesta, no han conseguido poner fin a la costumbre y la participación popular. Desde perspectivas profanas, callejeras, según cada tradición local, no faltan la hoguera o «lumbre» de la víspera, las subastas de productos del cerdo, tartas o dulces —obsequio del vecindario en recorridos petitorios «cantados»—, la típica rifa del «cerdo de San Antón» —un cochinillo o hasta un «gocho» nutrido en arrobas (hoy envasados al vacío)—, la degustación de calientes «fervudos» de vino, miel y orégano o meriendas y cenas —a modo de «laconadas»—, propias de la fecha. Sin olvidar el recitado de «refranes», de estrofa preludiada por el característico «Oh glorioso San Antonio...» y las «coplas» satíricas de tradición. Ambas, bien «a pie» o a lomos de un pollino y «echadas» en el atrio de la iglesia, frente al Santo, para solaz general o escarnio de absurdos del año.

En la iglesia se producen actos específicos como la misa, la procesión, el repique de campanas, «el canto y ofrecimiento del ramo» al santo —con su «cuelga» de roscas y naranjas, en muchos casos—, y culmina la popular y concurrida «bendición de animales».

Todo al cargo y costumbre de cofradías centenarias o de las distintas comunidades parroquiales rurales.

Por las comarcas leonesas, en lo devocional y gracias a las órdenes hospitalarias, este buen San Antonio Abad halló arraigo desde el medievo más alejado como ancestral protector de animales domésticos y de trabajo. Vulgo identificado por estas tierras como San Antón, San Antonio «laconero/eiro», «patero», «gochero» o «marranero» y del grupo de «santos barbudos», «con botas» o «de invierno», también según denominación popular. Un Santo, por todo ello, entrañable y bien provisto de antiguas leyendas —no solo asociadas al iconográfico y popular acompañante porcino: «su gochín», también con protagonismo de algún cuervo y recogidas por notorios artistas, como el Bosco—.

Un año más, este que escribe, más allá de «machaconear» con lo dicho —siempre en intento de impregnar sensibilidades sobre estos contenidos—, poco añado en cuanto a novedades de otras ediciones y recogidas en mi blog https://elrincondesanantonenlascomarcasdeleon.blogspot.com/.

No obstante, intentaré hacer breve estado de la cuestión y balance de la celebración de San Antón en la provincia y resto del país en los últimos años.

Una efeméride que, por cierto dada la distribución festiva este año, aparece algo diluida en las redes sociales y «comparte tablón potpurrí» con otras. Es decir, alterna con carteles, avisos o avances de programaciones provinciales de todo tipo para San Blas, Las Candelas, Las Águedas, varias mazcaradas de invierno o algunos «antruejos»/»entroidos» y carnavales. Conjunto al que se añaden algunos tempraneros carteles de Semana Santa que, debido a Fitur, «empiezan ya a asomar» sin, como antaño, esperar el inicio de la Cuaresma para su presentación y difusión.

Tras el desuso y el olvido en entornos rurales —hasta de su particular y popular presencia paremiológica del refranero— y ser desconocida por las generaciones más jóvenes en ámbitos urbanos, la fiesta de San Antón ha pasado a «sonar a muchos» o hasta a ser bien conocida y todo lo que la rodea. De no ser citada en los medios de comunicación, a ser atendida con interés en radio, tv o páginas monográficas en prensa sobre toda la provincia, no solo de la recuperada en la capital.

A ello, aquí y en otras provincias españolas, en los últimos treinta años, han contribuido tanto el alto grado de relevancia social adquirido por las mascotas —coprotagonistas de un acto significado de la celebración—, como el atractivo pintoresco despertado por celebraciones tradicionales, identitarias y arcaicas del género patrimonial inmaterial.

Pues, en fría época, todavía en «pascuas» navideñas, ante el éxito: ¡Que viva San Antón!

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