Diario de León

TRIBUNA

Eugenio Nkogo Ondó profesor

Sahel: alianza de países en vía del desarrollo autónomo fuera del franco

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S e trata de un acontecimiento trascendental que ha inspirado a estos países, Burkina Faso, Mali y Niger, a tomar conciencia de sí, de la firme voluntad de sus pueblos, y a asumir el papel de protagonistas de su propia historia, una historia que, como se sabe, había sido truncada por la dominación colonial, heredada por el neocolonialismo. Con ello, han emprendido el camino de su desarrollo autónomo eliminando el franco CFA, uno de los grandes obstáculos que hacía, hace, imposible cualquier tipo de avance o progreso en todos los ámbitos en África francófona. En efecto, el franco CFA (Colonias Francesas de África), fue una moneda creada por el general De Gaulle, en 1945, pocos meses después de la Segunda Guerra Mundial, para aliviar la debilidad económica de Francia, registrándola ante el FMI con esta denominación al mismo tiempo que el franco CFP (el de las Colonias Francesas del Pacífico). Estas dos monedas coloniales habían sido instauradas por «escisión» del franco francés como «si fueran hermanas gemelas y solidarias», colocadas bajo la tutela del Tesoro público francés, garantizando su convertibilidad tanto en el fondo paterno, es decir del mismo franco francés (FF), como en otras Monedas. Dado que el franco CFA, por su mayor extensión, «tenía el objetivo de hacer de las colonias una reserva exclusiva para la economía francesa, a la vez como fuentes de materias primas baratas y como medios seguros de venta para los productos fabricados en la metrópoli», se ha afirmado generalmente que fue, desde su creación, una moneda nazi porque con ella De Gaulle convirtió a las colonias francesas en una extensa red de dominación a gran escala, lo mismo que Hitler hizo con la Francia ocupada, creando el marco francés.

Con el acceso masivo de los países africanos francófonos a la independencia ficticia o formal, en 1960, el franco CFA, conservando las mismas siglas, pasó a llamarse específicamente Cooperación Financiera Africana. A partir de entonces, todos aquellos países que estaban bajo su órbita fueron divididos en tres grandes grupos sometidos a un rígido control económico y monetario del que era imposible salir hasta hace pocos meses. Fruto de esta organización arbitraria, surgieron: el BCEAO, Banco Central de los Estados de África Occidental, obligado a pagar el 50% de sus haberes exteriores al Tesoro Francés. El BEAC, Banco de los Estados de África Central, que, a su vez, ingresa en el mismo organismo el 60% de sus divisas. Y el BCC, Banco Central de Comores, el 65%. A eso se añade un 25% más, el de la cuenta de operaciones, destinado a solventar cualquier débito o atraso en distintos conceptos.

Según eso, al primer grupo, siendo el de los mejores alumnos en hacer bien sus deberes, le toca depositar en el Tesoro Francés el 75% de sus haberes, el segundo, que arrastra algunas deudas, el 85%, y el tercero, el más rezagado, el 90%. Pues bien, si el 80% del sector industrial de esos países está copado por las multinacionales francesas, sólo les queda el 20% a repartir con las firmas de otras potencias neocoloniales, es fácil inferir que, debido a esta explotación galopante, no es posible alcanzar el deseado bienestar individual o colectivo, porque sus habitantes han sido condenados a vivir en la absoluta miseria.

Para garantizar la seguridad de este feudo, reconocido como un coto privado del nuevo imperio francés, sus autoridades lo minaron con bases militares del norte al sur, del este al oeste, con el fin de que nadie levantara la voz contra la opresión o el estado de guerra continua que los amenazaba, hasta el extremo en que el que se atreviera a discutir o a poner en duda la terrible adversidad, corría siempre el riego de asumir las consecuencias de su insumisión y la pena proporcional al delito cometido, que podía ser: una persecución política, un destierro o exilio, un encarcelamiento o, incluso, un asesinato.

El primero en ser puesto fuera de combate fue el presidente de la República de Togo, Sylvanus Olympio, un intelectual de alto nivel, economista y poliglota, quien, al reclamar la unión de la independencia política con la económica, se enfrentó con el régimen francés que, por medio de su embajador en Lomé, M. Mazoyer, preparó un golpe de Estado en el que fue asesinado el 13 de enero de 1963, entregando posteriormente el poder al siervo Étienne Gnassingbe Eyadéma, quien lo cedería a su hijo Faure Eyadéma que lo ostenta hasta hoy. En Bamako, le tocó, después el turno a Modibo Keita, depuesto por otro golpe de Estado neocolonialista, por haber compartido el proyecto panafricanista con Kwame Nkrumah, y reemplazado por Moussa Traoré. Tras él será del mismo modo depuesto Pascal Lissouba, en Brazzaville, sustituyéndolo por Sassou-Nguesso…

Por no alargar la lista, es preciso recordar el nombre de Thomas Sankara, el joven revolucionario que creó Burkina Faso (Tierra de personas libres) quien, después de haberse enfrentado con el presidente François Mitterrand, fue asesinado en una emboscada con 12 de sus compañeros, el 15 de octubre de 1987, haciéndose inmediatamente con el poder Blaise Compaoré, el bendito del Elíseo…

Pues, en 2010, el último en sufrir esta persecución fue Laurent Gbagbo, un presidente elegido democráticamente por el pueblo marfileño, pero por oponerse al neocolonialismo francés, Sarkozy manipuló a la ONU para conseguir su visto bueno y bombardear el palacio presidencial de Abidjan, detenerlo y enviarlo, junto con su joven ministro Charles Blé Goudé, poco después a la cárcel de la CI de la Haya, para colocar en el poder a Alassane Dramane Ouattara, uno de los lacayos más fieles que declara no tener «nada que ver con África sino con Francia»… Así, es evidente que, en esta «situación límite», sólo han sido, son, protegidos los dirigentes más sumisos, defensores de los intereses franceses y de otras potencias imperialistas, quienes han hecho de sus regímenes unas impresionantes redes mafiosas de corrupción institucionalizada, como se ha comprobado. Este es, sin duda, uno de los grandes focos que más ha llamado la atención a los investigadores no sólo africanos sino también de otras procedencias, como nos lo revelan, François Xavier-Verschave, en sus obras La Françafrique, le plus long scandale de la République , y De la Françafrique, a la Mafiafrique; Nicolas Agbohou, en Le fran CFA et l’euro contre l’Afrique ; los investigadores Kako Nubukpo, Martial Ze Belinga, Bruno Tinel y Demba Moussa Dembelé, en Sortir l’Afrique de la servitude monétaire. À qui profite le fran CFA? ; la pléyade de coautores de la obra colectiva, L’Afrique répond à Sarkozy , contre le discours de Dakar, Sous la direction de Makhiky Gassama ; etc.

Reafirmando los valores de la dignidad humana, los dirigentes de Mali, Burkina Faso y Niger, oponiéndose abiertamente al neocolonialismo de la antigua metrópoli, han inaugurado una alianza fuerte, inquebrantable, para luchar por la independencia de sus pueblos, por su bienestar común, por la paz, poniendo las bases de control de sus recursos naturales y las vías de un desarrollo duradero, creando, para implementarlo, una moneda propia, el Sahel, que sustituye al franco CFA. Andando el tiempo, albergamos la esperanza de que esta iniciativa se fortifique con nuevos miembros y de que su influjo se extienda no sólo a la Françafrique, sino también a toda África.

Estas dos monedas coloniales habían sido instauradas por «escisión» del franco francés como «si fueran hermanas gemelas y solidarias», colocadas bajo la tutela del Tesoro público francés, garantizando su convertibilidad tanto en el fondo paterno, es decir del mismo franco francés (FF), como en otras monedas
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