Diario de León

TRIBUNA

Casimiro Bodelón Sánchez psicólogo clínico

Alegría pasajera: superficialidad y borrachera

Creado:

Actualizado:

Este país nuestro, fácil al olvido, poco acostumbrado a la reflexión pausada, a la lectura de nuestra historia real, parece no querer pararse a pensar en el mañana próximo o lejano, y no es que se diga aquello que a los de mi edad nos enseñaban de niños: «Dios proveerá»; nada de eso prima hoy día. Nuestra España creyente actual, realmente, no deja de tener un barniz llamativo, bastante superficial y poco duradero, con mucho folclore religioso y fuerte olor a incienso; todo ello circunscrito a fechas y ocasiones muy concretas, cada vez más relacionadas con el turismo y la exhibición de sentimientos emocionales, pero con creencias poco profundas y hasta incoherentes. Esa superficialidad puede provocar llanto y desconsuelo ante la lluvia que impide la procesión del Santo Cristo de la Buena Muerte y, esa misma superficialidad, arrastra a algunos «fieles» a consolarse con el aguardiente, uniéndose a la esperpéntica procesión de Genarín, que nunca se arredra ante las inclemencias del tiempo. Menos mal que el bueno de Ricardo Magaz, importándole un bledo lo que el colectivo pueda pensar, devuelve a nuestro expósito nº 47 del año 1861 la fama y la realidad histórica, muy poco acorde ésta con el hecho religioso de la Pasión.

La víctima del lamentable accidente de tráfico acabó convertida en estandarte y diversión de la mayoría de los miembros cofrades del aguardiente y del puterío, lo cual es muy poco respetuoso con los hijos de Genaro y María, y lo siguen siendo con todos sus descendientes, vivos en la actualidad. En este ambiente de frivolidad, se banaliza el hecho religioso y se evapora la historia con la misma rapidez que los eflujos del alcohol de garrafón.

El jarro de agua fría que Ricardo Magaz, (7.4.2024), echó en la siempre humeante hoguera de la fiesta chabacana, quiero aprovecharlo para agradecerle su seriedad sintética en la exposición de los datos y en la firmeza contra la superficialidad con que se tratan muchas veces temas serios. La imagen que se llevan muchos de nuestros visitantes y turistas, deseosos de conocer la historia de Genaro Blanco, es ciertamente lamentable. Primero, porque ninguno de esos visitantes se han molestado en leer el libro de J. Robles y J. F-Llamazares, ni siquiera la página densa y clara de Ricardo Magaz; después, si alguno ha leído superficialmente el libro, se va a quedar con lo de Bendito Canalla o pobre hospiciano; ninguna de las dos calificaciones me gustan ni le hacen honor, ni son justas con Genaro y su familia.

Haber pasado por el internado de los antaño llamados hospicios, cuando uno era abandonado, suponía, dentro de la pobreza y de las carencias sociales, tener otra oportunidad para sobrevivir, lo cual no es ninguna desgracia, sino una suerte. Genarín primero y sus hijos, después, supieron aprovechar esa segunda oportunidad que les dio la vida, lo cual dice mucho en su favor y en favor de cuantas personas les prestaron apoyo dentro y fuera de la institución acogedora.

¿Saben los que denigran o maldicen a esas instituciones y a sus acogidos lo que eran los hospitales como el nuestro de San Antonio Abad en 1085, en 1800, en 1850? Ciertamente muy poco, o casi nada, tenían que ver, ni se parecían a nuestros magníficos hospitales actuales, pero eso no les quita el valor de protección y auxilio básico que entonces ofrecían a tantos desamparados, enfermos y mendicantes.

Los que hoy tenemos la suerte de poder contar con servicios médicos excelentes y atención social, siempre mejorables, no podemos ignorar la miseria y la pobreza que han sufrido nuestros antepasados. Deficiencias y hasta graves errores también son posibles hoy, pero esas excepciones no pueden empañar la entrega, la nobleza y el sacrificio de tantos profesionales que cuidan a diario a nuestros enfermos, a nuestros mayores y a cuantos indigentes existen en nuestra sociedad, (todos somos, de una u otra forma, indigentes, necesitando ayuda y atención ajena en momentos puntuales). Leer libros serios de historia para aprender del ayer y mejorar el mañana, es muy útil. Convertir la historia en una lamentable parodia, es muy poco honesto y deforma la realidad global.

Genaro Blanco, sus hijos y cuantos han pasado por nuestros hospicios, por nuestras casas-cuna, nuestras arcas de misericordia… de Ponferrada, Astorga y León merecen todo nuestro respeto. Llevar el apellido «Blanco», sépanlo ellos y todos los lectores, puede y debe ser un orgullo para todos, pues eran considerados hijos de Nuestra Señora la Blanca, la Virgen titular de la Catedral de León. Mejor maternidad, imposible; pensar lo contrario sí es una gran «canallada».

La víctima del lamentable accidente de tráfico acabó convertida en estandarte y diversión de la mayoría de los miembros cofrades del aguardiente y del puterío, lo cual es muy poco respetuoso con los hijos de Genaro y María, y lo siguen siendo con todos sus descendientes, vivos en la actualidad
tracking