Diario de León

TRIBUNA

MATÍAS GONZÁLEZ SOCIÓLOGO

De vuelta a Numancia

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Pregonan los optimistas que el mundo siempre progresa a pesar de los tropezones. Mirándolo desde arriba, o sea, desde la Luna, a lo mejor es verdad. Pero ubicados  aquí abajo, a la altura de las alcantarillas, no parece tan cierto.

Los misántropos, entre los cuales me cuento, no lo tenemos nada claro.

Pensaban los millenials que un Nuevo Mundo de maravillas sin cuento se abría paso con la quincallería digital. Los ordenadores fabrican  mundos ideales donde todo está pensado para satisfacer al cliente, como en los hoteles cinco estrellas. Pero los instrumentos que hacen pupa se siguen armando  con acero blindado.

Han vuelto a salir esos tanques que pensábamos que ya eran cosa de la Edad de Hierro. Que los conflictos de vecinos se arreglaban con whatsapp de cortesía. Y las peleas entre gobiernos con soldaditos de plástico.

Pero no, ahí están de nuevo, las  bestias rugidoras con sus mozos imberbes a lomos. Destrozando los pavimentos y sembrando de escombros todo cuanto alcanzan sus genitales de trinitrotolueno.

Y enfrente están los mismos soldados de siempre, con sus escopetones al hombro y sus colmillos sin rasurar. Ellos, siempre ellos, son  ellos —no ellas—  los que tiene que poner la sangre para proteger la sementera.

Las damas,  ya se sabe, se escaquean con facilidad de sus deberes con la bandera. A lo más se ponen los habitos de la cruz roja y a servir en los hospitales. Total,  lo mismo de siempre.

Y lo mismo son los asedios. Se cercan  las ciudades y se las somete a asedio. Se machaca a sus residentes con cargas de catapulta y emburriones  de  ariete hasta que caigan las murallas o desfallezcan los corazones.

Y mientras, se les priva de agua, leña y tocino hasta que sus intestinos les obligue a sacar la bandera sin color.

Viendo las imágenes que llegan de Mariupol, Kharkov, Kyev y tantas otras es como si volviéramos a Numancia.

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