Las terrazas, una conquista de la hostelería a costa de la ciudadanía
ASOCIACIÓN DE VECINOS LEÓN TÍPICO
La Ordenanza Municipal de Terrazas y Elementos Auxiliares de Hostelería y Restauración en el municipio de León ha sido ya aprobada definitivamente con el apoyo de todos los grupos y está a la espera de su publicación en el Boletín Oficial de la Provincia.
A la mayoría de la gente, de las leyes y normas legislativas suele bastarle con el preámbulo. En él la autoridad expresa lo que es el espíritu y la intención de la norma, que en principio debería recoger el sentir general en orden al bienestar ciudadano y la concordia de los intereses individuales. El resto, disposiciones, prohibiciones, sanciones, etc. va dirigido a aquellos que tienen proclividad a delinquir o a excederse en el uso de sus derechos a los que se les impone límites y se les conmina con amenaza de sanciones en caso de infracción. Desde antiguo se distinguía entre el espíritu de la ley (el preámbulo), y la letra de la ley (la normativa). Por eso, cuando la norma no responde a aquel espíritu, produce en la ciudadanía desafección y frustración, incluso la sospecha de ‘intereses creados’ detrás de la misma.
La presente ordenanza municipal expresa en su preámbulo sus fines y basa su motivación en la necesaria renovación de la anterior de 2009 en «respuesta a la mayor demanda existente de su ocupación por el auge del turismo»; en sus principios habla de flexibilizar el tamaño de las terrazas, autorizaciones, usos, mejora de la estética urbana, extensión, etc. etc. Para nada habla del impacto medioambiental que genera principalmente en los barrios en los que se concentra prácticamente toda la actividad hostelera. De lo cual se puede deducir que el espíritu de esta ordenanza no es otro que el de consagrar una conquista de los hosteleros que, a raíz de la pandemia, supieron ponerse en la primera fila de las víctimas del covid y practicar una política de asentamientos en el espacio público a los que no solo no van a renunciar sino que pretenden ampliar. A esto viene esta ordenanza, a consagrar una invasión del espacio público y, como víctima colateral, del privado del que paulatinamente van huyendo sus naturales usuarios, los vecinos, hasta dejar zonas enteras del centro de León despobladas conquistadas por la hostelería y la hotelería. La tapadera, «el auge del turismo»; ‘santa palabra’ ésta que opera como un mantra para todo tipo de actividades sin tener en cuenta condicionante alguno.
La respuesta a la supuesta consulta previa a la ciudadanía de la que alardea la ordenanza y que en su preámbulo dice ser «en coordinación con las asociaciones de profesionales y representantes vecinales», es reveladora de su espíritu. De las seis alegaciones admitidas a trámite, curiosamente solo se tienen en cuenta las de los profesionales, entendemos los titulares de negocios de hostelería. Se refieren a problemas técnicos y retoques en la redacción o reclamaciones. Pero las de los vecinos referidas al impacto que en sus vidas suponen la ampliación de terrazas, los horarios, el ruido, la accesibilidad a sus domicilios, la autorización para disponer de terraza bares musicales y aquellos que por su actividad sean generadores de un alto nivel de ruido, ocupación de aceras y soportales, etc., son desestimadas. ¿Los motivos? A cada cual más peregrino. Por ejemplo, Sobre la concesión de terraza a bares musicales terraza a la que se oponen los vecinos, responden que como ya están obligados por otra ordenanza a tener doble puerta y vestíbulo, no hay problema. Se supone que cada vez que el camarero atienda a una terraza, abre la puerta interior, la cierra, abre la exterior e inmediatamente la cierra; o bien que a cada salida se apague la música. Al tema de modificación de horarios de ejercicio por ruidos a altas horas de la noche, aducen que “la terraza en sí no es un foco de ruido, sino las personas que se encuentran en ellas”. En cuanto al uso de las denominadas mesas altas o toneles con taburetes, dado que según los vecinos facilitan las consumiciones de pie y causan desorden visual, que «esta ordenanza regula la instalación y el funcionamiento de terrazas, no la conducta de los consumidores».
Está claro, las terrazas no hacen ruido, es la gente. De modo que el día que una legislación prohíba fumar en las terrazas, saldrán al paso los conspicuos legisladores municipales, coreados por los hosteleros, aduciendo que las terrazas no fuman. Porque esta ordenanza, lo dicen explícitamente, “regula la instalación y el funcionamiento de terrazas, no la conducta de los consumidores”. Una ordenanza que no tiene en cuenta la materia que regula juntamente con sus efectos en el vecindario, carece del espíritu de conciliar intereses y toma partido. En este caso por el de los intereses de los hosteleros, no por el de los vecinos.
Hace ya tiempo que razones medioambientales hicieron emigrar las actividades industriales o de servicios a la periferia de las ciudades e instalarse en polígonos adecuados. Ahora mismo estamos asistiendo a la peatonalización de ciertas áreas la ciudad en aras de la descontaminación ambiental de ruidos, olores y emisión de partículas nocivas para la salud humana. ¿No considera el ayuntamiento que, por encima de otros intereses, sea éste el socorrido turismo, está la salud, el bienestar, la ordenada convivencia también de los vecinos del Casco Antiguo?
Las terrazas siempre han existido, pero en el lugar y con las condiciones que permitían la ubicación de la actividad hostelera. Pero fomentar por parte de las autoridades locales terrazas por doquier, para cualquier chiringuito que se abra, invadiendo calles y plazas, incluso los trazados marcados para invidentes… y ello invocando el «auge del turismo»… pues ¡no! A ninguna otra actividad económica se le permitiría. Como no se le permitiría almacenar su mobiliario en plena calle. Y por lo que respecta al turismo, creemos que León debería romper con esa oferta cutre y ofrecer al visitante algo más que comer y beber (y descomer y desbeber) al aire libre.
Celebrando la unanimidad con que esta ordenanza ha sido admitida por el pleno del Ayuntamiento de León, la concejala que preside la comisión de su elaboración se felicita pretendiendo conseguir con ella hacer de León «una ciudad perfecta para acoger un turismo de calidad y una ciudad agradable para las personas que vivimos en ella». Preguntamos: ¿dónde vive ella?, ¿es consciente de lo «agradable» que es el nivel de ruido y otras lindezas «de calidad» que se nos regalan desde sus mudas terrazas?, ¿cómo va a garantizar el cumplimiento, entre otros, de los niveles sonoros que exigen las violentadas Ordenanzas de su ciudad «perfecta»?, ¿tan poco le importa la salud de los vecinos afectados?
Y no, las terrazas no rugen, efectivamente, es la gente.