TRIBUNA
El secreto de León: dos mil años de arte en un giro
Un completo catálogo de monumentos históricos se despliega antes nuestros ojos como un libro abierto de piedra, forja y vidriera, ofreciendo una vista insólita

Hay lugares que, aunque lejos de los grandes focos mediáticos, representan un testimonio monumental del devenir estético de la humanidad. León es uno de ellos.
En el vasto panorama de la historia del arte reconocemos ciudades que han erigido su relevancia mundial sobre la acumulación y uniformidad de estilos arquitectónicos o por la genialidad de arquitectos y artistas que allí plasmaron sus obras. En urbes europeas, como París o Florencia, existen puntos privilegiados desde los cuales, con un solo golpe de vista, se pueden divisar múltiples manifestaciones artísticas. En París, por ejemplo, desde la explanada del Sacré-Cœur se puede divisar la Torre Eiffel, la Catedral de Notre Dame, el Museo del Louvre y la Ópera Garnier. En Florencia, el Piazzale Michelangelo ofrece una panorámica inigualable del Duomo, el Palazzo Vecchio y la Galería Uffizi. León forma parte de este selecto grupo de lugares donde la historia del arte se condensa en una sola mirada. Desde un punto concreto de la ciudad a pie de calle, puede contemplarse un asombroso resumen de dos mil años de arquitectura universal, sin moverse del sitio y a menos de trescientos metros de distancia. Este punto concreto de su entramado urbano parece haberse configurado como una encrucijada telúrica que concentra un vórtice de perspectivas extraordinarias hacia la historia con joyas del románico, el gótico, el renacimiento y el modernismo. No es necesario recorrer muchas avenidas ni visitar numerosos museos; un simple giro de poco más de 180 grados en este lugar de León permite un viaje a través del tiempo y los estilos arquitectónicos. Para descubrir esta insólita panorámica, basta con situarse al inicio de la calle Ancha, en la intersección con las calles Ancha y la Rúa, justo un metro delante de la esquina del edificio con fachada a la plaza de San Marcelo. Desde ese punto, un completo catálogo de monumentos históricos se despliega antes nuestros ojos como un libro abierto de piedra, forja y vidriera, ofreciendo una vista insólita de León. Empecemos ese recorrido visual por la historia del arte sin movernos del sitio, dirigiendo la mirada hacia la plaza de Santo Domingo. A la izquierda se impone con serenidad el edificio del Ayuntamiento viejo de León, un edificio de finales del siglo XVI, ampliado hacia la calle Legio VII sobre el antiguo teatro Principal de estilo neoclásico. En la misma mirada, pero un poco más cercana, se sitúa la fuente de San Marcelo, de estilo neoclásico del siglo XVIII, que recuerda el gusto clasicista que marcó la Ilustración. Apenas unos metros a la derecha, divisamos la iglesia de San Marcelo dedicada al centurión romano convertido y martirizado y ensalzado como patrón de la ciudad de León. Su imponente torre de evocación mudéjar y su estructura reformada en el siglo XVI en el sobrio estilo herreriano tiene personalidad propia en el centro neurálgico de la ciudad. A continuación, puede verse el edificio de viviendas
Casa Roldán, y en la esquina con la calle Ordoño II la Casa Ciriaco, del famoso arquitecto leonés Antonio Cárdenas, ambas construcciones ejemplos de la arquitectura del siglo XX. Y, como muestra del desarrollismo de los años sesenta y setenta, un abigarrado complejo de oficinas y viviendas que se llevó por delante el convento de Santo Domingo en el periodo de mayor destrucción del patrimonio arquitectónico del país de todos los tiempos. Girando la vista más a la derecha, puede verse el que fue Casino Recreativo de León, hoy sucursal bancaria, un edificio de ladrillo visto de estilo industrial. Y, justo enfrente de este
Punto cero de la historia de la arquitectura en el que nos hemos situado, la figura de Antoni Gaudí aparece representada en bronce frente a su magistral creación: la Casa Botines. Este edificio modernista, conocido como la Casa del Dragón, es un testimonio de la genialidad de Gaudí y su visión arquitectónica vanguardista. Su construcción despertó asombro en la sociedad leonesa de finales del siglo XIX, sorprendida por sus formas angulares y la integración de elementos neogóticos. Dejando pasear la mirada a la derecha del edificio Botines, nos encontramos con las murallas romanas del siglo I d.C, vestigios del campamento que defendían las poderosas águilas de las legiones de Roma y testigos inamovibles del origen de la ciudad como centro urbano clave en la Hispania antigua. Sobre ellas, vislumbramos en lo alto la silueta de la Basílica de San Isidoro del siglo XI, eco de tiempos medievales y de la grandeza del Reino de León, una de las cimas artísticas del arte europeo, conocida como la
Capilla Sixtina del románico. Su Panteón Real, con sus frescos de una riqueza iconográfica excepcional, es uno de los grandes tesoros pictóricos del medievo. Justo delante de nosotros a la derecha, el Palacio de los Guzmanes, una muestra majestuosa del Renacimiento español del siglo XVI, impone su arquitectura sobre la calle Ancha. Junto a él, el Palacio de los Marqueses de Villasinda refuerza la impronta renacentista de la zona. Su estructura evoca los palacios nobiliarios florentinos, una muestra del influjo italiano en la península durante la Edad Moderna. Finalmente, si vuelve a girar su cuerpo otros noventa grados a la derecha, con sólo elevar la vista hacia el este se contempla la obra maestra de la ciudad: la Catedral de León del siglo XIII, un hito del arte gótico clásico y un tributo a la luz y la verticalidad. Sus vidrieras, consideradas entre las mejores de Europa, convierten el interior del templo en un espectáculo de colores filtrando la luz del día en un caleidoscopio de escenarios dinámicos que trasciende lo arquitectónico y se adentra en lo místico. Su construcción, financiada en parte con donaciones populares, simboliza la devoción de los leoneses por su catedral. Con este recorrido visual de dos mil años de historia del arte universal y de la arquitectura española, usted habrá completado el rito iniciático de esta instalación artística al aire libre siempre dinámica y cambiante. Este escenario, en una infinita sucesión de personas, circunstancias, acontecimientos y horas del día le seguirá sorprendiendo y enriqueciendo a lo largo de la vida. Sin embargo, esta singularidad leonesa no ha sido debidamente reconocida. Mientras que en otras ciudades se han señalado y promocionado enclaves de interés artístico similares con placas, rutas y explicaciones detalladas, este punto privilegiado de León permanece en el anonimato. Nos parece imprescindible la instalación de una placa descriptiva bien visible que señalice adecuadamente este
Punto cero de la historia de la arquitectura, un lugar quizá único en el mundo que puede suponer un punto de partida para la tan deseada aspiración de León a convertirse en ciudad Patrimonio de la Humanidad y, a la vez, un lugar que sirva de recordatorio y guía a leoneses, turistas, estudiosos y amantes de la cultura de que, en este rincón de León, se encuentra un púlpito visual único de la historia del arte. La necesidad de la instalación de esta placa divulgativa ya ha sido demandada al alcalde de León, de una manera aún informal, por la asociación
León Propone. Esta demanda cultural y turística para nuestra ciudad se suma a otras iniciativas pendientes también insoslayables de señalización y divulgación pública de los puntos desde los que Sorolla pintó León situados en la calle Ancha y la plaza Mayor, así como la ruta por los murales de Vela Zanetti o los azulejos de Zuloaga. El ser humano ha soñado, a lo largo de la historia, con líneas, arcos, ángulos, escuadras y pilares, y nuestra ciudad es uno de esos lugares universales donde con mayor esplendor tomaron forma esos sueños. León, con su discreta grandeza, merece ser contemplada y comprendida en toda su magnificencia. Basta con detenerse un instante en este pórtico invisible a pie de calle, ir girando sobre uno mismo, y dejar que nuestra curiosidad y sensibilidad estética emprenda un viaje por dos mil años de arte universal.