Siempre me pareció un buen médico de familia
Rememoro que ejercí como profesional sanitario un tiempo en el ambulatorio citado, allá por los 50

Hoy, y con sumo cuidado, «me toca» hablar de don Jaime López de la Iglesia. Lo de la cautela, me lo exige el decoro, por el respeto a la persona, en mi inquietud de opinante, precisamente en este medio que me ha acogido desde hace muchos años, hablando de modo especial sobre cosas de León, y bastante antes de que entrara en contacto con el doctor López de la Iglesia. Fue en los ambulatorios de la Condesa, donde escuché su nombre, no me preocupaba su currículum cuando busqué ser asignado a su cupo de pacientes, más o menos, tras el fallecimiento del Dr. Amable, con quien, ciertamente, tuve más familiaridad. Digamos que se creó un vínculo especial, tras haber participado ambos en una misma mesa electoral; parece algo banal el dato, pero en verdad intima la coyuntura. Luego por vecindad seguiría la relación humana.
De sólida formación, don Jaime, joven aún, se esforzaba en compaginar, o de escuchar y comprender a cada paciente que demandaba su servicio, dentro de los que tenía en su amplio cupo, cuando el tiempo a dedicar a cada paciente ya estaba empezando a exigir el reloj de ajedrecista. Tal vez sea bueno decir que el «cupo», era una expresión manejada en el INSS, venía a ser el número de personas o familias, esto es, «cartillas» a un médico asignadas. He preferido, en principio, hablar de contactar y no emplear conocer, pues, como es natural, existió una relación médico paciente, fue buena y siempre positiva, mi condición de ATS, que conocía, no era razón de privilegio, yo así lo entendía, mucho menos, por supuesto, desmerecía…, era un dato sin más.
Ya habrá comprendido el lector que no está ante un panegírico, no porque no lo merezca, el Dr. López de la Iglesia, sino porque mi saberes hacia él, no me permitirían ser cabal. Tomar un ramillete de aquí y de allá, de cuanto se ha dicho, o escuchado a pacientes y profesionales, o tomados de la entrevista que este medio publicó, en la pluma de Ana Gaitero, sería poco más que un manejo de datos, aunque confieso que ésta la leí con atención, la propia imagen del médico, que yo recordaba bastante bien, me empujaba a decir algo al respecto. Y aquí estoy en ello.
De modo que continuaré estas notas asemejadas a un respetuoso divagar, también sobre el torno del que fue mi médico de cabecera, en La Condesa, un buen número de años, y precisamente ahora en el momento de su jubilación aparezco y escribo con agrado.
Respecto al Ambulatorio, más modernamente Centro de Salud, y de Especialidades aún más; o polivalente como hora la Junta autonómica califica, dados los servicios que se prestan en el que fue llamado en su origen Ambulatorio Hermanos Larrucea. En cierto momento como profesional, y más adelante como usuario de este Centro de Salud, digo que forma parte del Complejo Asistencial Universitario de León (Caule), y en tal empeño estuvo, desde los orígenes, bien implicado como médico de familia el «Dr. de la Iglesia» como entre pacientes, y por simplificar, se le denominaba principalmente. Pues bien, me consta que ha ayudado, y bien, a la evolución de la Medicina de Familia.
Y rememoro que ejercí como profesional sanitario un tiempo en el ambulatorio citado, allá por los años 50, también pisé la senda que éstos recorrían fuera del circuito de los pacientes, digamos. Lo veía como un edificio bien concebido, diáfano con buen reparto de los espacios, aunque no tanto el tirón de escaleras de la puerta principal, no pensando para enfermos ni mayores. Su construcción tuvo lugar en años de dictadura y ensayo sanitario nacional. El nombre asignado, Hermanos Larrucea, de tiempos de Girón de Velasco, en aquel entonces al frente del Ministerio de Trabajo; esto abunda en un tema que hoy no toca comentar. Y tiene tela.
Un dato tangencial, en aquel entonces los cirujanos, y de alguna otra especialidad, solían operar, a quien de su «cupo» lo demandaba, en su propio sanatorio o instalación ad hoc puesta a disposición del servicio, continuarían San Juan de Dios, Obra Hospitalaria, San Francisco como «agrupación médica»…, ni olor a hospital había, y llegaría lo que empezó llamándose Residencia Virgen Blanca.
Un buen trabajo el de don Jaime en tiempos de covid, junto al equipo que dirigía, ya se lo había oído comentar a alguno médico. Y él en la entrevista lo cuenta, además de otras cosas, sin alabanza ni grandilocuencia, pero con el apasionamiento del que está satisfecho con su labor, y de la «escuela» que deja en la disciplina de Médico de Familia, en la que fue pionero y forjador.
Finalmente en este repaso memorístico, que tal parece marcado por jubilaciones, no puedo dejar sin mencionar a la compañera enfermera en La Condesa, Carmen de la Fuente, que en el equipo de López de la Iglesia estuvo. Y allí en tal Centro de Salud, creo que fue la última vez que me atendió como paciente, cuando el covid requería prueba y documento. ¡Carmen!, aún recuerdo la regañina; a veces los pacientes somos demasiado inoportunos. Por cierto, también la entrevistó Ana Gaitero en este medio, y se publicó.
Buen y feliz jubileo para ambos.