Diario de León
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Camino Gallego
León

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El pasado viernes recibí en mi domicilio una carta del alcalde y otra del concejal delegado del Área de Transportes. Era el día 17 y me daban cuenta de algo que había ocurrido diez fechas antes, así que se podían haber ahorrado el papel y el plano, porque para entonces yo ya estaba informada y el día 8 me había procurado un plano en el propio Ayuntamiento. Pero sirvan estas líneas para darme oficialmente por enterada de los cambios habidos en las líneas de autobuses. Lo que me parece una broma es que el concejal en su carta ponga en mayúsculas: «Que León tenga un tansporte urbano del que pueda sentirse orgulloso», porque creo que con lo que había antes del cambio y con lo que hay ahora, ningún leonés puede sentirse orgulloso de su transporte público y me explico. Si se hacen cambios y eso se traduce (según mis hijas, que son usuarias en días lectivos) en que deben acudir a la parada algo antes de la hora en que lo hacían en el primer trimestre, y que llegan a casa un cuarto de hora o veinte minutos más tarde que antes, no es para tirar cohetes. Como me decía un amigo, hablar de horarios de los autobuses sólo indica que es algo infrecuente, porque lo bueno de los autobuses es que tengan sólo un horario de comienzo y de término y que luego su frecuencia sea tan pequeña que invite a esperarle. Pero el problema es que en León, los autobuses nunca han sido urbanos, sino para comunicarnos con el alfoz, y así se establecían cada media hora o cuarenta minutos y ahora pretenden que estemos orgullosos porque en algunos casos se ha rebajado la frecuencia a ¡20 minutos! Si a eso unimos la falta de marquesinas y de señales donde se indique el recorrido de cada línea, comprenderemos que tenemos un servicio de autobuses tercermundista, con vehículos mastodónticos, que casi nunca van llenos, pero ni por esas se deciden por otros más pequeños y con frecuencias más cortas. Lo siento, pero no puedo estar orgullosa de este transporte urbano.

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