Diario de León
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León

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EL apego hacia los bienes materiales es tan humano que se encuentra en la raíz del sistema económico, aunque a veces resulte difícil comprender cómo ancianos, con un pie en la tumba, siguen obsesionados con sus inversiones y su rentabilidad, pero todavía es mucho más difícil de explicar el frecuentísimo apego de muchas gentes hacia lo que no tienen: hacia la casa en construcción de la que solamente se ha pagado una entrada o hacia la hipoteca que ahogará la economía de la familia durante los próximos veinticinco años. Se trabaja afanosamente por el apego al ladrillo que no se tiene y que cuando termina de pagarse difícilmente va a poderse disfrutar durante un periodo de tiempo que compense tal esfuerzo. Pero pueden señalarse también otros ejemplos de apego hacia lo que no se tiene, como la obsesión por la previsión de la jubilación, que lleva a muchos a dedicar parte de sus ingresos actuales a un plan de pensiones, sin que la pérdida de capacidad adquisitiva de lo ahorrado impida que Hacienda deje de estar al acecho de quienes lleguen a cobrarlo para llevarse su parte. El apego a las quimeras de la renta variable tuvo su etapa, sin que las plusvalías ni, todavía menos, los dividendos se pudieran materializar, volatilizándose mucho antes de que pudiesen ser satisfechas las expectativas de los aprendices de especuladores. Y el apego a la renta fija, destinada inevitablemente a perder dinero, con una rentabilidad inferior a la inflación, es igualmente inexplicable.

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