Diario de León
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León

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CINCO días de campaña. Cinco días para dar un vuelco, en versión del Partido Popular, a los relativamente pesimistas augurios de las encuestas que nos abruman e inundan. Ya se ve que cada sondeo tiene un padre, y no vamos a repetir aquí sesgos ni a entrar en la investigación de la madre de cada botella mágica. Porque ya se sabe que muchos sondeos llevan munición incorporada. Pero sí hay que decir que en estos cinco días, cinco, que restan hasta la jornada de reflexión vamos a asistir a una impresionante recta final, a la última parte de ese duelo al sol que están protagonizando José María Aznar y José Luis Rodríguez Zapatero, que, implacables, recorren España sacudiendo de manera inmisericorde al rival. Vivimos tiempos de cambio y de zozobra, y la campaña, dramática en algunos aspectos, lo está evidenciando: jamás una campaña para unas elecciones autonómicas y locales fue menos autonómica y menos local. Da la impresión de que lo que importa -véanse quiénes son los representantes de los partidos en las televisiones- es el diagnóstico nacional, la primera vuelta de esos comicios fundamentales de 2004, año en el que todo va a cambiar, incluyendo los rostros de muchos líderes políticos y quizá algunas maneras de ejercer el poder. Gane quien gane. Sea quien sea el delfín de un Aznar que el día menos pensado nos da la sorpresa de ofrecernos algún indicio de quién quiere él que le suceda, o de cómo se va a proceder, orgánicamente en el PP, a la sucesión. En todo caso, sí podemos certificar quienes nos hemos acercado a los últimos mítines de Aznar que el presidente del Gobierno y del PP afronta con el mejor humor, y hasta con talante risueño, lo que en él no es poco, esta última semana de campaña. Yo diría que va a ser una semana de infarto, porque todas las cartas están ya repartidas, y sólo queda, ya digo, ese as suplementario que quizá esté guardando Aznar en la manga de sus muy serios trajes color oscuro-mitin.

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