Diario de León
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RAMÓN PI
León

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JUAN FERNANDO López Aguilar, secretario de Libertades Públicas del PSOE, salió fulminantemente ante los medios en cuanto corrió el primer rumor de que el TSJM no admitiría a trámite la querella contra los que ese partido cr ee que forman la famosa trama de corruptos. Y después de mostrar su disconformidad con los criterios que, según el rumor, expondría el auto de inadmisión, dijo algo completamente impropio de jurista tan brillante como es este bolonio (en el mundillo del Derecho, un bolonio es alguien que se ha doctorado por la muy prestigiosa Facultad de Derecho de Bolonia): «Si se confirma la inadmisión a trámite de la querella, habrá que preguntarse qué está pasando». Ésta me parece una manera oblicua y muy ruin de sembrar insidias contra la probidad de la Sala: pregúntémonos qué está pasando, qué perturbaciones interfieren el recto proceder que se espera de los magistrados, qué confabulación oscura se ha montado contra los socialistas y la democracia, quién cobra por debajo para prevaricar, hasta dónde llega la trama de la corrupción. Puestos a preguntarnos qué está pasando, la imaginación a la hora de poner signos de interrogación no tiene límite. Claro está que Juan Fernando López Aguilar no dijo nada explícitamente, faltaría más: pero eso no es un signo de prudencia, sino más bien, creo yo, de pésimo estilo. Y si la pregunta de nuestro bolonio es inocente y carece de esta aparente perfidia, entonces hay una respuesta nítida: ¿Qué está pasando? Pues, está pasando lo que pasa millares de veces en el mundo judicial: que muchas, muchísimas querellas no se admiten a trámite como primera providencia, y se archivan. Está pasando lo que suele pasar cuando se emplea el arma de una acción penal para hacer política, sobre todo si no se dispone de elementos suficientes para hacer de una querella algo al menos verosímil para un juez. Eso es lo que está pasando. Si Juan Fernando López Aguilar, hacia quien profeso afecto sincero, cayese en la cuenta de que la política es siempre (o casi siempre) una actividad transitoria, no se comportaría de este modo, y hasta es posible que volviese a su vocación jurídica. La política perdería, quizás, un buen elemento, pero el Derecho lo recuperaría.

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