Diario de León
León

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EXPLICADO sin grandes rodeos, Hulk es un señor que cuando se enfada se pone verde y le aumenta el número de pie una barbaridad. Le entra la ira y pasa de pacífico Bruce Banner a gigante verde. Recuerdo los tebeos de Vértice , en blanco y negro, con aquellos superhéroes y supervillanos echándose largas parrafadas mientras se atizaban. Hulk hablaba prácticamente con infinitivos, más o menos como los inquilinios del Hotel Glam, aunque justo es decir que el personaje de ficción tenía más vocabulario que todos ellos juntos. Años después pusieron una serie que puso de moda la frase: «a usted no le gustaría verme enfadado». Era como una versión verde de El Fugitivo . Te caía bien el paisano, con sus malabarismos para no enfadarse. Porque Bruce Banner es un buen hombre, pero los rayos gamma hacen que tenga un pronto algo desproporcionado. Un pisotón en el juanete malo le puede llevar a destruir la Quinta Avenida. No se conforma con soltar un taco, tiene que destruir dos o tres edificios. Luego, enseguida se le pasa y se avergüenza. Y es que el cabreo es un arrebato muy feo para la cultura protestante, aunque aquí lo consideramos pecadillo menor, casi un derecho. Aquí inventamos lo de insultar al árbitro, cada español lleva un Hulk dentro y sin necesidad de rayos gamma. Nos metamorfoseamos solos, ni siquiera es necesario enfadarnos mucho. Pero la nuestra es una rabia de quita y pon. De echar humo por la boina. Los dilemas de Hulk y su furia verde tienen más sentido, en efecto, en la cultura protestante, donde el autocontrol es un deber. A nosotros nos va más Filemón persiguiendo furioso a Mortadelo al final de cada episodio. Eso sí, cómo nos gusta poner verdes a los demás.

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