Diario de León

TRIBUNA

La educación metafísica

Publicado por
AMPARO CARBALLO BLANCO
León

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HAY qué ver lo que inventa la gente para llamar la atención, alcanzar fama y ganar pasta gansa. Bajo los efectos de la intoxicación angustiosa del tráfico urbano, unos divagan en su íntima pecera elaborando la ecuación metafísica del desorden cósmico distraído, incluso dan vuelta atrás en la metafísica, ya que advierten que el camino no conduce a donde se quiere ir. Otros dan rienda suelta a su cólera y jurando en arameo insultan gestualmente al prójimo en pleno atasco. O, hartos de ruido, lanzan huevos desde la ventana de su domicilio contra los parabrisas de los coches escandalosos. Eso hizo un tal Aarón Naperstek, de Nueva York, ante de darse a las musas que alejan los malos humos y en momentos de iluminación zen entretenerse cogitabundo en escribir honkus sobre los coches y el tráfico. Dice el tal Aarón que un honku inspirado en los atascos y en los bocinazos es un poema parecido al hai-ku: pequeño poema japonés de tres versos, que como todo el mundo sabe es un breve pero compleja composición poética de gran belleza emotiva, de diecisiete sílabas en tres versos de cinco, siete y cinco sílabas. Un buen hai-ku es delicadamente sutil. Hace una reflexión instantánea sobre algo de la naturaleza, conduciendo al lector a una observación más extensa sobre la totalidad del mundo. De tal forma, que el poema puede resultar pseudo acertijo, a veces excelente y otras no. Y ahí está el Aarón montando en el carro del dólar, consagrado como El poeta del tráfico. Y por ahí va haciendo negocio con su libro-antídoto a cuestas, vaciado de sentido trascendente y lleno de semáforos con mensaje. Por ejemplo: «Cuando la luz se pone verde / como una hoja de primavera / suena el claxon con urgencia.» Y lo más sorprendente: el escritor asegura que cualquier persona puede escribir honkus sobre el tema circulatorio de tan hondo significado, animando a conductores impacientes y sufridos senderistas urbanos a dejarse llevar por el desahogo escrito, cada cual en la medida de su ingenio. En principio la idea no está nada mal, aunque sólo como terapia, protesta o fórmula para liberarse de la presión interior que causan los ruidos, los atascos y el barullo en general. Una táctica, quizá, para canalizar la agresividad, la depresión y cabreo, evitando así que el ciudadano caiga en un delirio sensitivo de referencia agobiante. Los nuestros, lo sabemos, son malos tiempos para la espiritualidad y la trascendencia. Los que deseamos una poesía de contenido más profundo, mas adecuado para hablar con el alma del hombre, nos como la moral ve que también la poesía como la pintura contemporánea se está convirtiendo en un todo vale, colorín ornamental hueco vacío, falto de sustancia y entidad. En el juego de apariencias y excesos son muchos, demasiados, los que se cuelgan el título de artistas. O sea, una tomadura de pelo. Y no deja de resultar chocante que tengan éxito esas pretendidas invenciones poéticas y, además, se vendan como churros libros así de oportunistas, aunque tal vez divertida bagatela. Entretanto, la verdadera poesía, la que dice más de lo que dice, la que hace desear el deseo, la que despierta nuestro voraz apetito cuanto más nos satisface, cuenta con escasos lectores. No pretendo criticar la sensibilidad de cada uno, pero puedo dudar y dudo que los ambiciosos hai-kus del poeta del tráfico urbano puedan llamarse verdaderamente poesía. En todo caso habría que llamarlos ¡honkucabreos!, o ¡joquecabreos!, o brotes con destellos no siempre luminosos, como este otro del autor yanqui: «Otro conductor gira bruscamente / le hago así con el dedo / él me muestra su pistola.» Todo esto no quiere decir, naturalmente, que esas líneas no cumplan un papel civilizador. Acaso todo lo más sean aforismos sazonados a la manera de denuncia contra el universal y habitual problema de la agresividad de muchos conductores, de la congestión del tráfico en las ciudades, del ruido y la violencia y la contaminación ambiental que el mismo genera. Pero es el colmo tratar de calificar de poesía estas exhibiciones chistosas de enfado. Ya puestos a protestar contra los cargantes sucesos cotidianos, pues qué mejor que tres líneas escritas en formato del agudo hai-ku original para denunciar con indignación y sutiliza los disparatados sueldos, dietas y otras prebendas que se han adjudicado los muy honorables señores eurodiputados. Yo diría que esto clama al cielo según se entra a mano izquierda, mete ruido y chirría intensamente, mucho más que la murga de los automóviles. Es para gritar y desesperarse conociendo la pensión media con la que malvive cualquier jubilado de a pie que necesita casi siete años para ganar lo mismo que ingresa al mes un eurodiputado. No me extraña que algunos se peleen por entrar y estar en política. Y los que ya están dentro defiendan con garras y dientes semejante bicoca de poltrona que les asegura un presente de lujo y gloria y un futuro cómodo. Y es que ha llegado a tal punto la incomodidad y las diferentes formas de protesta generadas por la colosal y salvaje deshumanización del mundo actual que hay que liberar las fuerzas creadoras, escapar por la tangente con honkus, montar el despelotado espectáculo del habitante urbano inmortalizado tan desnudo como nació, hacer una carrera nudista en desaprobación de la fiesta de los toros. Lo cual, si bien se mira y remira, no está nada mal. Es más, está estupendamente bien mostrar el malestar: unas veces con palabras y otras veces con multitudinarios desnudos. O con lo que sea pero aguzando el ingenio sobre el puente colgante del pasatiempo.

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