Revisión de cuentas

CUANDO toda España esté urbanizada y no quede ni un trozo de tierra, ni un árbol para darle un susto al viento, como en un relato de Bradbury, disminuirá el número de granujas con carné. No digo que no haya golfos en otro cualquier ámbitos, pero los que se agrupan en torno a los ladrillos y a los permisos para ponerlos unos encima de otros, constituyen una legión en la que nada importa su vida anterior. La buena vida empieza cuando merodean por las concejalías de urbanismo. De vez en cuando se habla de revisión de cuentas, pero las únicas que se han revisado hasta ahora son las del Barcelona. El nuevo presidente del club, Joan Laporta, dice que la deuda puede elevarse a 220 millones de euros. ¿Qué pasaría si se revisaran las cuentas de los Ayuntamientos? Si no lo hacen es por la cuenta que les trae. De vez en cuando, si los escándalos bursátiles adquieren proporciones excesivas y añaden basura a los programas basura, el Tribunal de Cuentas empieza a sospechar que pueden existir algunas irregularidades. No les bastaba a sus intachables miembros saber que un ex camarero de chiringuito apalea millones a raíz de ocupar un puesto clave en un Ayuntamiento. Sólo en el caso de que el truhán sea un exhibicionista, interviene la Fiscalía Anticorrupción. Sin duda para que nadie crea que Hacienda somos todos menos los alcaldes y los concejales de urbanismo. Desmoraliza mucho a la buena gente que se para en los semáforos hasta que aparezca la luz verde y paga sus impuestos, comprobar en qué sucias manos ha caído. Se equivocaron al elegir, pero la ventaja de la democracia es que admite rectificaciones. No se les pide que sean unos genios a los regidores, ya que si lo fueran no habrían optado al cargo. Se les pide que sean decentes, pero quizá sea mucho pedir. Nos conformaríamos con que no se encaramaran en el piso más alto de la Casa Consistorial para otear el horizonte y dar el grito de ¡tierra a la vista! Sólo con oírlo, a los maletines de dinero les crecen patas.