Diario de León

TRIBUNA

La Cepeda y sus rutas del agua

Publicado por
VICTORINA ALONSO FERNÁNDEZ
León

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UN AÑO MÁS, Benito Escarpizo y Antonio Natal nos convocan a las Jornadas Culturales de La Cepeda para dejar constancia de la querencia que nos une por esta comarca. Para tratar de conocerla mejor y poner de manifiesto sus valores. A muchos nos vio nacer. Otros, como Juan Pedro Aparicio, se han arrimado al amor de esta lumbre que arde un poco más cada verano. Es una tierra austera, poblada de urces, encinas, chopos y robles, vertebrada por un río, el Tuerto, cuya margen derecha fue calzada romana, vía secundaria que en el pueblo de Sueros, en su barrio de Portugal, se cruzaba con la que viniendo del asentamiento de la Legio VII Gemina y la unía con el Bierzo a través de Brañuelas. Después de los romanos vinieron años oscuros que llevaron al rey leonés Ordoño II a pedir al Conde Gatón y al antonces obispo de Astorga, Indisclo, que repoblaran estas tierras. Así nacieron Brimeda y Villagatón. Los cruceros de Villameca, Quintana del Castillo y La Veguellina atestiguan el paso de una Ruta Jacobea por Manzanal, alternativa al trayecto convencional del Camino de Santiago. Muchos fueron los reyes que se ocuparon de La Cepeda. El rey Alfonso IX estuvo en Sueros celebrando curias; Carlos V, Felipe II, Felipe IV y Carlos III le concedieron cartas de privilegios y, ya más tarde, los extensos campos de Cogorderos vieron al general Santocildes luchar contra los franceses. Señoríos, obispados, todos dejaron huella en esta comarca, que fue cruce de caminos hace dos mil años, perdió el tren en el siglo XIX y, si nos descuidamos, en este siglo perderá lo más valioso que tiene: su población. Pero, a pesar de todo, un año más La Cepeda está de enhorabuena porque un grupo de sus hijos se compromete a trabajar por ella. Cada uno según su talante y posibilidades. Y a mi modo de ver, son tres los ejes en los que habría que empeñarse. El primero las comunicaciones. Un problema que ya los hermanos Hospitalarios que vivían en el Cueto de San Bartolo imaginaban resuelto con una vía de agua al modo del Canal de Castilla. A nosotros nos bastaría con que se arreglara de una vez por todas la carretera de Pandorado, que desde Astorga vertebra toda la comarca y que, desde su inauguración, a principios del siglo pasado, ha estado abandonada por todas las administraciones. El segundo problema que hay que solucionar es el de la despoblación, asentando a los que viven aquí con residencias, centros de día, auxiliares de ayuda a domicilio y teleasistencia, y tratando de animar a los jóvenes para que se queden. Pero estos muchachos y muchachas sólo se quedaran si hay trabajo. Y puede haberlo en la agricultura, en la ganadería, en los montes, en el turismo. El pantano de Villameca reúne unas condiciones inmejorables para el baño y los deportes náuticos. Este pantano, unido al embalse de Villagatón, al de la Raldona y a la laguna Gallega, podrían conformar, con los numerosos manantiales, las rutas del agua. No debemos olvidar que son muchas las fuentes con propiedades medicinales que nos regala esta comarca. En Fontoria hay cinco; una de ellas ayudó al abastecimiento de agua de Astorga, otra, La Fortificante, está en el lugar llamado la Forti, en Sopeña, la Fuente de la Salud en Zacos. En Valbuena de la Encomienda hay unos manantiales donde muchos leoneses iban a tomar las aguas. Pero esta tierra no sólo atesora aguas vivificantes. También de ella brotan los poetas, los escritores y hermosos edificios religiosos o seglares que merece la pena visitar. Aquí al lado, en Villaobispo de Otero, esta el Palacio de los Pernia, rescatado del olvido de siglos por los que hoy nos han traído aquí. Y el tercero de los ejes es la limpieza y depuración integral de uno de los ríos que la cruzan: el Tuerto. Río de aguas cristalinas donde muchos cepedanos, entre los que me cuento, aprendimos a nadar y que hoy sufre las agresiones del progreso. Regulado por el pantano de Villameca, trae la riqueza con su riego, pero los vertidos de depuradoras no siempre en buen estado, lo contaminan. De él beben el agua los astorganos, ciudad que mira a La Cepeda y se nutre de ella. Decía mi abuelo Isidro, labrador cepedano, que a los hombres y a los árboles se los conocía por sus frutos, más humildes, más pegados al suelo, cuanto más cargados. Por eso, Antonio y Benito tratan de pasar desapercibidos, igual que Adela, María y Camino, disimulando el esfuerzo que supone la organización de estas jornadas, haciéndolo todo con elegancia y discreción. Ellos son los herederos naturales de los señores de esta tierra. Llevan el señorío en la mirada.

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