Diario de León
León

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LO QUE NO entiendo es porqué a los corruptos hay que pagarles el hotel. Se hospedan no sé donde y enseguida se investiga quién pagó la cama. Y es que debe ir con la condición de corrupto el que te paguen todo, incluido las bebidas del mueblebar, que ya es pagar. En fin, que la corrupción ya no debe de ser lo que era, cuando se necesita que un empresario te pague tales gastos menores, que ni siquiera en un hotel de cinco estrellas son como para echar cohetes. Ahora, con los concejales de Marbella, que no se les puede llamar corruptos, pero que tampoco es para ponerles de ejemplo, se investiga quién ha pagado el hotel donde han corrido a conspirar. Lo más cómodo hubiera sido quedarse en sus respectivas casas, pero allí, ya se sabe, puede llegar el señor del maletín, y nadie es de piedra. Para empezar habría que exigirle su parte de responsabilidad a cuantos periodistas han encumbrado a Gil, con su trato servil y riéndole las gracias, invitándolo a programas de televisión en los que por una pregunta incómoda había diez de peloteo. Gil corrompe lo que toca, porque lo lleva al terreno de lo groseramente divertido, de lo mediático. Si quiere entrevistas que sea para someterse a cuestionarios serios, no con reporterillos que se han formado empapuzándose a canapés en sus fiestas. Gil ha creado un estilo. Tiene discípulos. Y sigue siendo un personaje admirado por quienes estarían dispuestos a ser como él, si pudieran o supiesen. Y en parte se debe a ciertos programas de televisión. Detrás de cada pregunta aparentemente crítica hay siempre un exhibicionismo de compadreo irresponsable. Gil es una creación de sí mismo, pero también del peor periodismo español. Al final, Marbella, en un nuevo triple mortal de zafiedad, le dedicará una avenida. Y si les dejan, una escultura ecuestre.

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