Diario de León

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NO HACE falta estar en el secreto de la pomada para notar lo mucho que huele a podrido en Marbella. La moción de censura que ha tumbado al alcalde Muñoz pasará a los anales de la historia más como fechoría que como acto de justicia municipal. Dicho sea, al margen de las oscuridades de las que procede el propio Julián Felipe Muñoz Palomo, lamentable personaje de la España cutre-cañí promocionada por el circo catódico que tienen montado los irresponsables directivos de algunas cadenas privadas de televisión. Con Gil y el GIL, Marbella se había situado al margen de la política y hasta de la ley. Formalmente este partido ya no existe pero aunque el tiburón ya no está en la piscina nadie en su sano juicio se bañaría en ella -como lo han hecho los conjurados para la moción de censura- porque el olor a escualo sigue siendo insoportable. Lo que ahora se anuncia está por ver, pero apunta hacia el enjuague. Otro más. Con el agravante de los tránsfugas (Yagüe, García Marcos, Fernández, etcétera), concejales que han traicionado a sus electores cambiando de camiseta una vez iniciado el partido. En términos de corrupción está casi todo dicho en relación con Marbella. Demasiado dinero en juego y demasiados pícaros. Si en el resto de España el precio de la vivienda ha subido un 80 por ciento en los últimos seis años, en Marbella ha superado el 100 por cien. El suelo está por la nubes y el Ayuntamiento de Marbella (mediante operaciones dudosas de recalificación), tiene la llave que permite dar los grandes pelotazos. Pero no esto no es todo: en el mundo de las mafias internacionales, Marbella, cotiza realmente alto. Hace años que corrió la voz de que allí hay un microclima que favorece los negocios turbios. Todo esto, sumado, debería levantar ampollas; debería sublevar a los ciudadanos. Pero nada de eso acontece: lo único que hemos visto estos días es un patético cortejo de figurantes, transformado en claqué de plató, jaleando a su no menos patético regidor, ahora ya, ex alcalde. En España el voto es un derecho, pero también se puede votar en blanco. Hay ocasiones en las que es la única salida digna frente a la indignidad que se postula. Siente uno tener que escribir estas cosas, pero los marbellíes tienen lo que se merecen. Allá ellos con su esperpento.

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