Perder el empleo

A ALGUNOS hombres que se han hecho a sí mismos se les nota que no se esmeraron en su trabajo: les salió una auténtica chapuza. Tenían que haber puesto más cuidado en su meritoria tarea. Su única disculpa es que tuvieron que realizarla ellos solos y además deprisa y corriendo. El culebrón marbellí les mantiene en primer plano y con todos los focos dándoles en la cara, edificada con el cemento que sobra después de construir bloques de viviendas en sitios destinados a jardines. A Marbella, que nació hermosa, se empeñan en hacerla desgraciada los que tienen la obligación de cuidar de ella. En descargo de la ciudad hay que decir que sus granujas más notorios son de importación. Los dos ruidosos alcaldes últimos, el que presidía el Atlético de Madrid y el que vendía calamares en un chiringuito, acudieron al panal de rica miel desde otras tierras, pero no como moscas, sino como tábanos o como urracas. Si se hiciera una auditoria de verdad en el Ayuntamiento habría que convertir el Puerto Banús en Alcalá Meco. La sombra de Jesús Gil es aplastada. Su ex íntimo amigo y colaborador, Julián Muñoz, calculó mal sus fuerzas y ha perdido el empleo en muy poco tiempo. Se asegura que se pilla antes a un embustero que a un Pantojo, pero esta vez no ha sido así. Después de muchas grotescas peripecias, puede decirse qu e los dos han perdido, pero nadie puede decir lo que han ganado. Quizá tenga algunos datos otro ex, el ex concejal de Urbanismo, pero es de temer que nunca resplandezcan la mentira. Los de Anticorrupción realmente tienen cosas menos importantes en qué ocuparse. Eso de perder el empleo en pleno agosto, tal y como está el trabajo, es muy desagradable. Por poco le ocurre a Chencho Arias, por su sinceridad, y le ha ocurrido a Romero de Tejada, por su mala memoria. Lo de Julián Muñoz se estaba viendo venir hasta de espaldas, pero el espectáculo no ha terminado. Rodarán más cabezas hasta que lleguen los de la desinfección. Al caer harán un ruido semejante al de las huchas de barro cuando se rompen.