No lo aceptaré

LO DE IRAK va de mal en peor y encima sin una cobertura internacional aceptable, como sería la presencia protagónica de Naciones Unidas, y no esa falsa presencia metida con calzador que a nadie satisface y que nada resuelve, como se está demostrando en las últimas semanas. Me pregunto contra qué y contra quién se alzan todos esos grupos armados iraquíes que todos los días llenan las páginas de los periódicos. No es contra Sadam Huseín y su régimen, que han desaparecido. Digo yo que será contra los que primero atacaron y después invadieron y ahora no saben cómo poner en marcha ese país. Me da muy mal rollo ese pobre soldado danés muerto, el primero al margen de los norteamericanos y británicos. Muy mal rollo y muy mal fario porque pienso en los 1.300 soldados españoles y en los riesgos que van a correr. Ya dije aquí un día que yo no voy a aceptar el hecho de que nos maten a un solo soldado compatriota. Y no lo voy a aceptar, si desgraciadamente ese hecho se produce. Me pondré a llorar como todos los españoles bien nacidos haremos, pero yo no lo aceptaré. Como tampoco la muerte de un cámara palestino abatido por el ejército norteamericano. Porque nunca he aceptado la guerra contra Irak, ni la invasión, ni la administración colonial impuesta a todo un país, todo ello fuera de la legalidad internacional de la ONU, por mucha palabrería de subterfugios que se haya empleado. La muerte de un solo soldado español me parecerá un hecho inaceptable, porque nuestros militares no tenían que estar allí (tampoco los no españoles, pero son los nuestros los que más me importan). Yo sigo reclamando del Gobierno que haga volver a los que ya están allí y que no envíe a los que todavía no han viajado. Y con más vehemencia a la vista del constante agravamiento de la situación en aquel país. Y sigo reclamando que sea Naciones Unidas exclusivamente quien se haga cargo de la administración provisional de Irak y de la convocatoria de elecciones democráticas e inmediatas. Por no hablar otra vez de la exigencia de claridad y de explicaciones veraces sobre las falsas razones que se emplearon para ir a aquella guerra de intereses imperiales y petrolíferos que jamás España debió patrocinar.