Diario de León
León

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NO ES QUE UNO quiera restarle importancia a la boda del Príncipe, pero es indudable que caerán sobre la sociedad española cascadas de no noticias, casi noticias o más o menos noticias, dado el filón que supone para la industria del corazón este evento. Y como no van a depender de que se produzcan informaciones oficiales u oficiosas, pues harán malabarismos con la nada. La prensa rosa no dejará depender nunca su caja registradora de algo tan insustancial como que un perro muerda a un hombre o que éste muerda a un perro¿ porque su negocio no depende ni siquiera de la verdad. Ahora bien, como aquí la monarquía es una institución respetada y respetable, dudo que se llegue a los malabarismos con la horterada a los que han llegado los ingleses. Aquí somos más sobrios.   Pero al menos, gracias a la boda,  las jaurías de las tertulias del corazón restarán protagonismo a sus monstruos habituales, ahora enzarzados en la moda de rentabilizar el silencio de los muertos. Reconozcámoslo, entre la boda del Príncipe y los amores del padre de Jesulín no hay color. Sólo pedimos cierto sentido de la medida en la avalancha me diática que nos viene. Porque el respaldo ciudadano mayoritario a la monarquía no es culto a la personalidad, algo que además desde la familia real nunca se ha buscado. En definitiva, que si los hay más papistas que el Papa, también los hay más monárquicos que los propios reyes. Finalmente, estoy convencido de que no hay mayor acierto en la vida que acertar en el amor, que es mucho más que el enamoramiento. No pocos comportamientos anómalos en pers onajes históricos tienen detrás una infelicidad en esta importante cuestión, verdadera arquitectura del ser humano.  Que sean felices, y que nosotros lo veamos¿ a pequeñas dosis.

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