Diario de León

EN EL FILO

Comienza el gran baile

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ALLÁ POR EL 9 de enero, primer Consejo de Ministros de 2004, tras unas casi insólitas vacaciones gubernamentales, puede producirse la disolución de las Cortes. No más tarde del 16, en todo caso, te dicen. Es el pistoletazo de salida, el inicio formal, de una carrera electoral importante, los comicios de marzo, porque todos entienden que estamos ante una nueva era, con dos corredores que no se habían enfrentado nunca: Mariano Rajoy y José Luis Rodríguez Zapatero. Y, tras cada uno de ellos, el gran baile de rostros y, acaso, también de ideas. Y es precisamente en estos días de teórica inactividad oficial cuando se disparan las especulaciones acerca de quién irá a qué puesto, cuál personalidad ocupará tal lugar en tal lista o la identidad de los hombres y mujeres fuertes de Rajoy (o de Zapatero, en su caso). Seguro que alguien hará algo más, desde su cuaderno azul, que sigue en activo aunque ya en retirada, que esquiar en Baqueira Beret. Claro que, aunque apenas falten nueve o diez semanas para las elecciones, aún es demasiado pronto para desvelar algunas incógnitas y saber quiénes estarán o no presentes en ese gran baile, pero apunten algunas cosas que se comentaron en las charlas de pasillos en las innumerables cenas políticas que jalonaron los festejos navideños, concluyendo con la que Aznar ofreció a sus ministros -menos Cascos- la víspera de Nochebuena. Que Ana Pastor sería vicepresidente político con Rajoy lo da todo el mundo por hecho. Y algunos aventuran incluso que la cartera de Sanidad podría ir a parar a manos de alguien con cierta experiencia acumulada en asuntos sociales en algún ayuntamiento importante, Madrid por ejemplo. Ha acertado usted: se trata de alguien muy conocido, una mujer, que va a cambiar próximamente su residencia oficial, un complejo de edificios en torno a un palacio bastante feo y de estucos, por un chalet confortable en una urbanización de gente a la que le va bien, pero no definitivamente rica, en las afueras de Madrid. Conste que no es una inocentada. Dentro de las muchísimas especulaciones que se están produciendo en el entorno del poder, el pase de doña Ana Botella a un Ministerio es una de las constantes que barajan los actuales ministros. Como que doña Elvira Rodríguez podría convertirse en superministra de Economía. O Rodrigo Rato, si así lo desea, en el cabeza de lista para las europeas y candidato a ser míster Prodi. Ojo, si lo desea, insisto: sería Mariano Rajoy quien habría de proponerlo, si gana, inmediatamente después de las elecciones de marzo. Y serán Rato o Ana Palacio los nombres con los que España intentará copar el consejo de ministros europeo. ¿Y Arenas? ¿Y Zaplana? El primero, atención, dijo en un congreso del PP que él seguiría el destino de Aznar; otra cosa es que se cumpla el vaticinio, porque Arenas es un peso pesado de la política y sería absurdo prescindir de sus muchas virtudes. Del segundo se dice que está algo en baja, pese a sus indudables cualidades políticas, y más de un periodista ha asistido a algún desplante producido por Aznar. En quien, por otro lado, los desplantes no son tan, tan extraños. Claro que lo primero que habría que saber es cuáles son los planes del propio Aznar. Se sabe de ministro amigo del presidente que asegura que no ha habido manera de convencerlo para que aspire, a corto y medio plazo, a otra cosa que la presidencia de la FAES, la Fundación que hoy por hoy dirige, sin demasiadas alharacas ni oropeles (por decirlo en positivo), Baudilio Tomé. Ni secretaría general de las Naciones Unidas, ni nada de nada. Parece que en casa de los Aznar existe una especie de acuerdo que nadie ha suscrito ni explicitado para que sea ahora Hillary quien tome el relevo de la política y para que el guerrero, aupado por la Historia, descanse durante un tiempecito. Apenas un tiempecito, claro. Todo se sabrá, por su orden, el año próximo. O sea, dentro de muy poco tiempo.

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