Diario de León

DESDE LA CORTE

Vivimos sobre un polvorín

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FERNANDO ONEGA
León

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JOSÉ BONO llegó ayer al Consejo de Ministros nervioso, pero más contento que nunca: a esa hora ya no quedaban soldados españoles en Diwaniya. Pero se le puso un nudo en la garganta cuando el Consejo fue informado de otra mala noticia que llegaba de Iraq: el periodista Fran Sevilla, de Radio Nacional, había sido detenido. Madrid se estaba nublando. Al temor a la lluvia en la boda se sumó un miedo peor: sería una boda muy triste bajo la sombra de un periodista español secuestrado. Por eso María Teresa Fernández de la Vega se mostró contundente: «Haremos lo posible y lo imposible para liberarlo». Todo se resolvió cuando faltaban 15 minutos para las tres de la tarde. El teléfono de Bono sonó, y no hablaba de emboscada. Era el general José Manuel Muñoz: los primeros camiones y blindados acababan de entrar en Kuwait. El general estaba emocionado: «Un abrazo, ministro; perdón, a tus órdenes». Minutos después, Fran Sevilla quedaba en libertad. De ambas noticias fueron informados el Rey y Rodríguez Zapatero. La cúpula del Estado respiró tranquila. Se podría añadir a todo esto que esa misma mañana la Seguridad del Estado analizó la peregrinación de ciudadanos que acudían a ver la iluminación nocturna preparada para la boda: unas 300.000 personas. En la noche del viernes al sábado podrían ser un millón. Y la mayoría, en las calles por donde iba a pasar el cortejo nupcial. Nadie podía asegurar ni su seguridad, ni que entre tal multitud hubiera un terrorista. Hubo que suspender el espectáculo. Cuento estas cosas como muestra de que vivimos sobre un polvorín. Nadie sabe dónde ni cómo puede saltar el sobresalto. Ya no existe la «ciudad alegre y confiada» que se deja seducir por los fastos de una boda de cuento de hadas. Nuestra cultura política es una cultura del miedo; de miedo a lo desconocido. Incluso los hechos más positivos, como el final de una presencia militar no deseada por la sociedad, mantienen en vilo a un gobierno. Una labor tan hermosa como la de informar puede verse teñida de luto. Y los policías trabajan con la sensación de que cualquier tejado, cualquier alcantarilla, puede esconder un cargamento de dinamita. Cuando Letizia Ortiz diga hoy el sí que la convierte en princesa consorte de Asturias, tendrá una seguridad: ningún soldado español morirá en Iraq. Mirando al recorrido del cortejo, quizá sólo tendrá un temor: que llueva a la salida. Pero, para darles esa tranquilidad a ella y al Príncipe, fue necesario el trabajo de miles de policías. Vivimos muy peligrosamente.

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