Bierzo ciclotímico

HAY PUEBLOS que, además de haber sido condenados por la caprichosa crueldad de la historia, sufren el doble castigo de convertir su decadencia en pobre astracanada, eliminando cualquier rastro de la belleza trágica que una muerte digna puede tener. Hemos visto en los últimos días un buen ejemplo en Torre del Bierzo. La necesaria moción de censura triunfante deja el ayuntamiento en manos de un equipo de gobierno enfrentado a la titánica tarea no de gobernar un municipio latigado por la crisis minera, sino de recuperar un pueblo desgarrado por la actuación de una alcaldesa que ha llevado al límite la ya ilimitada capacidad de asombro ante determinadas actuaciones políticas. Quisiera creer que el nuevo alcalde y su equipo sean capaces de algo tan simple como recuperar la convivencia entre sus ciudadanos pero me temo que hay demasiado veneno esparcido, demasiada mezquindad sembrada, demasiado odio subterráneo como para conseguirlo. Hay más casos en este Bierzo nuestro, tan ciclotímico siempre. En Villafranca gobierna, por primera vez desde la República, un alcalde socialista que había levantando un enorme expectación como posible motor de un cambio radical en la dinámica decadente que el pueblo más bello de León sufre desde hace décadas. Un año después de su elección, los socialistas villafranquinos han retirado su confianza a Vicente Cela y el gobierno local sestea plácidamente en el sueño eterno de este Macondo galaico-berciano en el que la Fiesta de la Poesía ha regresado a la ranciedumbre de los juegos florales decimonónicos. Tampoco aquí encuentro solución salvo, quizá, una nueva repoblación de la villa similar a la que le dio origen en la Edad Media. Ya digo, hay pueblos que no tienen suerte ni siquiera para sobrellevar con dignidad su propia muerte.