Averiguaciones

SI LOS trabajos que se están tomando ahora para descubrir lo que ocurrió el 11-M se los hubieran tomado con anterioridad, el 11-M no hubiera ocurrido. Mientras España está que arde y se calcinan hectáreas a miles, el ex ministro Acebes calienta la atmósfera política. Su declaración duró diez horas, aunque a algunos les parecieron muchas más. Ha batido la plusmarca de Fidel Castro, al que también se le podía aplicar el epigrama: si hablara en el portal de Belén, al terminar su discurso las pastoras serían abuelas. En diez horas se puede acabar con muchas hectáreas y con muchas suposiciones, pero no es fácil conocer «quién hay por arriba y por abajo» de los autores del atentado, más que nada porque están a ras de tierra. El afán de conocimiento es muy humano, pero no lo es menos el afán de liar las cosas para que no puedan ser conocidas. Sabemos que la verdad a veces es inverosímil, pero ¿quién puede creerse que el Gobierno contara a los ciudadanos en cada momento los datos relevantes que la Policía iba facilitando? ¿Qué clase de gobierno y, sobre todo, qué clase de Policía, cuenta todos los datos durante el curso de las investigaciones? El mayor atentado de la historia de Europa, con 192 muertos y 1.500 heridos, ha dado lugar a la comparecencia más larga de la historia de nuestra democracia. La verdad es que todos queremos saber cómo se urdió la macabra trama. Vivimos unos tiempos donde todo se sabe, desde el número de accidentes automovilísticos que se registra cada minuto, hasta el rechazo del uso del condón por parte de los adolescentes y de los jóvenes, pasando por la cantidad de alcohol que ingieren los jubilados extranjeros que residen, junto a sus hígados, en la Costa del Sol. Nunca hemos estado mejor informados y esto nos pone muy contentos desde que nos convencieron de que la información es poder. No sólo al ex Acebes, sino a todos los españoles nos gustaría saberlo todo sobre el 11-M, que el saber no ocupa lugar, aunque -lo decía siempre Unamuno- ocupa tiempo. Mucho tiempo.