Diario de León

TRIBUNA

Eria y Duerna: el futuro de dos comarcas

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LAUREANO M. RUBIO PÉREZ CONCEJAL DEL AYUNTAMIENTO DE VILLAMONTÁN DE LA VALDUERNA
León

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YA EN LA EDAD MEDIA las gentes de las tierras ribereñas del río Orbigo y sus afluentes eran conscientes de que ante las altas densidades de población y el reducido término de sus pueblos, el futuro estaba en hacer producir más a la tierra Así, mientras que en tierra de campos la producción se incrementaba por la vía extensiva, es decir mediante una mayor roturación, en las riberas del Duerna, Eria, Tuerto y Orbigo la única forma de incrementar la producción sin romper el equilibrio necesario en la actividad agrícola-ganadera y en la naturaleza era incrementando la superficie regadía. Esto explica que sea en estas tierras donde se realicen ya en la Edad Media las primeras obras de ingeniería tendentes a aprovechar los recursos hídricos de una forma razonada y razonable, es decir, apresar el río, controlarlo y ejercer sobre él el efecto cisterna: retener cuando sobra y soltar cuando hace falta, cuando el estiaje no sólo rompe el equilibrio natural, sino que hace morir la fauna y la flora de sus cauces y riberas. Aquellos hombres y concejos, que durante muchos siglos controlaron los recursos de la naturaleza y actuaron desde la voz de la experiencia, nunca necesitaron el consejo de los ecologistas nacidos y criados en urbes repletas de pisos con su sed saciada gracias al agua del grifo. Menos mal que los embalses permitieron tales adelantos, pues difícilmente hubieran sabido beber agua a morro de una fuente repleta de verdes berros y liberada del olor a cloro. El agua es vida y los recursos hídricos de nuestros ríos son un patrimonio que no sólo hay que mimar y cuidar, sino que en cada momento, en cada etapa de la historia hay que utilizar desde el convencimiento de que de ella depende el presente y futuro de las personas y también la vida de los ríos por los que fluye. De ahí que cuando se trata de un tema tan importante, cuando se trata de que no mueran los ríos y de que las comunidades ribereñas sigan disfrutando de sus recursos y sobre ellos proyecten el futuro de sus hijos, conviene no confundir la velocidad con el tocino; conviene alejarnos de prejuicios teñidos de ecologismo ignorante y mal entendido, que no saben diferenciar lo que es la desaparición de una comarca, de pueblos, de grandes espacios vírgenes y de alto valor ecológico, de la actuación concreta y reguladora de unos cauces inestables, que fruto del origen de su líquido elemento pasan en un mismo año de grandes riadas cíclicas, que destruyen vida y recursos, a plenos estiajes en los que tanto el curso medio, como el bajo se convierten en inmensos pedregales, mientras que miles de peces, truchas y otros habitantes del río mueren en una larga agonía estival. ¿Acaso esto no un atentado y un duro ataque ecológico?. A los que vivimos en ese medio; a los que desde niños mamamos del río y utilizamos los recursos hídricos conforme a la costumbre hecha norma y a las ordenanzas concejiles; a los que durante años hemos estudiado a los hombres y a los recursos económicos, incluido el propio medio físico, de comarcas como La Valduerna y La Valdería, tanta tristeza nos produce hoy la muerte del río Duerna y del Eria o de sus respectivas comarcas, como las declaraciones de la presidenta de la Confederación Hidrográfica del Duero. Una señora con designación y sueldo de política que antes de hablar y opinar sobre las necesidades o no, lo que debía de haber hecho era pisar tanto por estas dos comarcas leonesas, como por los cauces de sus ríos, pues tenga por seguro que lo puede hacer sin mojarse y con el mismo zapato que usa en su aterciopelado despacho de Valladolid. Durante muchos años a los habitantes de la Valdería y de la Valduerna no sólo les han tomado el pelo los poderes de turno, sino que han provocado la ruina de dos ricas vegas tanto por la calidad de sus suelos, como por la diversidad agrícola ganadera que mantuvieron desde la Edad Media hasta los años setenta del siglo XX. Pese a lo limitado del espacio agrícola, pues han sido en estas dos comarcas donde en mayor medida se ha conservado el equilibrio entre el espacio roturado y el virgen de aprovechamiento comunal, las comunidades allí asentadas mantuvieron un importante nivel de crecimiento hasta que factores que no vienen al caso lo frenaron. Uno de esos factores que rompió las posibilidades de reforma estructural y cambios agrícolas capaces de fijar nuevas explotaciones y población fue la ausencia de recursos hídricos en los momentos en los que los cultivos punteros como el maíz necesitaban más agua. El sistema de pozos no sólo era costoso, sino que hizo descender unos manantiales que cada vez más dependían del río y éste de las nevadas caídas en la sierra del Teleno. Dicho esto, he de decirle a los suspicaces e interesados de fuera y de dentro de la tierra, especialmente a aquellos que vociferan contra la regulación de estos ríos porque siendo los grandes propietarios ausentes y rentistas de la tierra temen que los costes de tales proyectos le afecten a sus bolsillos urbanos, que el único interés que nos mueve a los que desde siempre hemos visto y estudiado el tema del agua, es el de garantizar el futuro de uno río que da nombra a una tierra que se muere y que sólo puede salvarse fijando población, aunque sea temporal o estacional. Desde el respeto a cualquier opinión informada y correctamente expresada, pues incluso es lícito el interés personal, estas son mis razones y beneficios de unas presas reguladoras que sin hacer daño a nadie pueden salvar el futuro, hoy incierto y crítico, de dos comarcas y de núcleos de población como La Bañeza o Astorga, además de lograr que como en otros tiempos las aguas cristalinas fluyan durante todo el año por el cauce del río Duerna y del río Peces. En primer lugar la regulación de estos dos ríos, cuyos cursos cada vez son más víctimas de los cambios climáticos y de la bondad de los inviernos, supondría un importante beneficio ecológico pues no en vano estamos hablando de tres ríos milenarios, incluido el famoso río Peces o del Fresno en otros tiempos y cuando no se secaba preñado de truchas, en cuyos cauces mueren cada año miles de alevines de truchas y otras especies piscícolas. En segundo lugar, con los aprovechamientos hídricos se podría culminar una importante reforestación que a duras penas se mantiene con el agua de los pozos, que ayudaría a hacer de estas tierras lugares de ocio y disfrute de la naturaleza pues no en vano la profundidad y calidad de sus suelos es idónea para recuperar el nivel de arbolado existente en siglos anteriores. En tercer lugar se acabaría con la sangría de las necesarias aguas subterráneas y con la progresiva contaminación de unos pozos, facilitando el abastecimiento de ciudades como La Bañeza, entre cuyos principales problemas está la carencia de agua para consumo humano. Por último ni que decir tiene que las posibilidades futuras de estas comarcas, de sus futuros habitantes, de sus escasos jóvenes y de los que de alguna forma volvemos o pensamos volver a la tierra, a nuestro huerto y a disfrutar de dos valles presididos por los encantos del dios Teleno, pasan por recuperar los viejos cauces; aquellos cauces caprichosos pero llenos de vida, de truchas, de ranas, de pozos y regatos que de alguna forma abastecían a regueros y zayas fartadas de molinos concejiles. Incluso, los pueblos que pueden perder parte de su tierra anegada por la presa van a ser los grandes beneficiados pues estamos hablando de la Maragatería más profunda, más pobre y abandonada. No nos sirven las posturas foráneas de ciertos personajes que a la vez que apuntan el riesgo del campo de tiro del Teleno hicieron todo lo posible para que Icona les hiciese el embalse de Tabuyo. No nos sirve la postura de ecologistas urbanos que silencian el desastre ecológico ocurrido cada año ante la muerte del río y de ciertos poderes locales de un ayuntamiento de Maragatería que algunos de sus pueblos situados en la Valduerna son los que durante el verano sangran hasta la médula el curso alto del Duerna, mientras que por debajo de Castrillo el río se muere. El agua es vida y riqueza y sin esto no sólo no hay futuro, sino emigración o muerte.

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