Diario de León
Publicado por
JOSÉ LUIS SUÁREZ PASTOR PRESIDENTE LOCAL DEL PP DE LACIANA
León

Creado:

Actualizado:

CINCO meses de Zapatero. Ya está en la Moncloa, donde fue llevado cabalgando sobre el terror y la sangre de 192 españoles. Decisión legítimamente democrática, poco a poco se van concretando sus propósitos, sabemos hacia dónde vamos, sabemos el camino. Esperamos que PSOE vuelva fecundo y genoroso el «erial» en que convirtió España el Partido Popular... Los sueños de hace un año, en los que sólo él creía, hoy son realidad. Son horas de felicidad y alegría, y los devotos del nuevo régimen aplauden alborozados. No obstante, a los que no nos convence ese entusiasmo estamos preocupados pues la música de esta orquesta no es la partitura con la que sintoniza una gran parte del pueblo español. El PSOE, se instaura en el poder por un sentimiento difuso de miedo y por el ansia de miles de españoles de una, no bien definida, paz y tranquilidad, y de quitarnos de en medio para que no nos toque a nosotros. Es como si su sola presencia solucionara todos los problemas que Aznar impedía resolver. Pero los problemas siguen ahí y con ellos surgen otros nuevos. Aumenta la inquietud y el desasosiego, unos por que ven estigmatizado todo lo que suena a cristiano, otros por que ven en peligro sus empleos y bienestar, los más porque vemos cómo se ensombrece el horizonte de la convivencia nacional, que creímos resuelta en 1978, y que día tras día se pone en almoneda. Los socialistas han establecido alianzas con otros grupos con los que comparten el mismo sectarismo e idéntico rencor, y así asistimos, con estupor, al espectáculo de ver cómo la Constitución, que fue instrumento para superar la división entre españoles, es puesta en cuestión permanentemente con la excusa de debates territoriales diferenciados y que en realidad tienen el propósito, declarado por algunos, de destruir la nación. Veo con temor cómo se remueven los cimientos en los que basamos nuestra convivencia, y cómo se puede cuartear, no sólo la estructura económica y social de España, sino también la argamasa que ha permitido convertirnos en una democracia moderna. Cada vez que se anuncian medidas «avanzadas y progresistas» aumenta mi desconfianza y siento que se altera mi escala de valores. No se discute sobre aspectos constructivos e importantes, ni sobre las enormes posibilidades que tiene nuestro país. No hemos aprendido nada de las lecciones amargas que nos han dado la historia y la experiencia. Este gobierno sólo atiende los compromisos de partido, especulando con doctrinarismos para experimentar en el cuerpo de nuestra nación. Se postulan federalismos decimonónicos y asimétricos, estados libres asociados, comunidades, naciones y nacionalismos históricos sin historia como no sea la española, hechos diferenciales, etcétera pero se oyen muy pocas voces que hablen de España y de lo español, que hablen de la libertad e igualdad en esas «comunidades históricas», del respeto a nuestra lengua y a nuestros símbolos. Tal parece que los españoles, por haber expresado un deseo de cambio político, sobrecogidos por un terrible atentado terrorista, podamos ver arruinado nuestro país por la cirugía de unos curanderos demagogos. En política no se debe iniciar un camino si no se sabe donde nos conduce, y no es posible avanzar mediante saltos en el vacío. El progreso de nuestra sociedad no debería ser alterado gratuitamente por las genialidades y caprichos de un grupo de aprendices de brujo. La Constitución constituye el entronque con lo mejor de la historia y tradición española. Olvidar y despreciar esta historia, por la soberbia y petulancia del recién llegado, será un error que lamentaremos. Los pueblos que olvidan su historia están condenados a repetirla, en 1978 no la olvidamos, decidimos pasar página y acabar con la cainita división entre españoles, estableciendo unas reglas de juego por todos asumidas, y en la que todos, izquierda y derecha, renunciamos a una parte de nuestros planteamientos ideológicos. No es bueno querer cambiar esas reglas unilateralmente, ni remover la historia trayendo al primer plano de la política lo que sólo debería ser materia de estudio académico. No es bueno reabrir las viejas heridas de la Guerra Civil para utilizarlas como arma arrojadiza ante el adversario, creando un mundo de buenos, luchadores por la libertad y la democracia, y malos, facciosos y reaccionarios. Los leoneses, que conocemos bien la trayectoria política de nuestro presidente de Gobierno, sabemos perfectamente que tras esa sonrisa y ese buen rollito se esconde un personaje frío, calculador, ambicioso, fascinado por el poder, y consagrado en cuerpo y alma a su consecución. Por eso creo que no dudará ni un solo instante en capitular ante quienes no esconden su deseo de destruir España, con tal de permanecer un minuto más disfrutando de lo que tanto ha anhelado toda su vida. Ojalá me equivoque pero, ¡Dios!, qué miedo me da Zapatero.

tracking