Diario de León

DESDE LA CORTE

Un gallego en la Zarzuela

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FERNANDO ONEGA
León

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PALACIO de La Zarzuela, tarde del 18 de octubre. Una voz avisa desde el control de seguridad de Somontes: «Ha llegado el Presidente de Galicia». Minutos después, un ujier uniformado abre la puerta del coche, y el Ayudante de Campo de Su Majestad el Rey le pide que le acompañe. Suben a la primera planta. Don Manuel conoce muy bien el recorrido: lo hizo decenas de veces, desde que fue ministro de la Gobernación en el primer gobierno de la Monarquía. Pero no puede evitar la emoción: ahora no está allí sólo como Manuel Fraga, sino como representante de la Comunidad Autónoma de Galicia que va a informar al Rey. Hay una cierta solemnidad en el encuentro. No en las formas, porque el Rey se muestra afable y campechano; pero sí en el fondo, porque se están viviendo momentos trascendentales. Está en el telar la reforma constitucional y de algunos Estatutos. Don Juan Carlos, que no gobierna, pero reina, quiere conocer los criterios de los presidentes de comunidades. En el caso de Fraga, se añaden, además, otras cualidades que el Jefe del Estado valora: la lealtad a la idea de España, la paternidad de la Constitución y el haber ideado novedades no experimentadas, como la Administración Única o la Conferencia de Presidentes, doce años antes de que Zapatero la propusiera como uno de los ejes de su política autonómica. Si el Rey no conociera previamente los criterios del presidente gallego, se habría sorprendido: Fraga está más cerca de Zapatero que de algunos portavoces del PP. Lo demostró en su discurso sobre el estado de la autonomía. Le parecen defendibles las reformas constitucionales que plantea el Presidente del Gobierno, desde la sucesión de la mujer en la Jefatura del Estado a la participación de las regiones en las instituciones europeas. Y es, por supuesto, el primer defensor de la conversión del Senado en Cámara autonómica. Sólo hay tres condiciones que Fraga considera imprescindibles para cualquier modelo de estado que surja de esta aventura: que no se abra un proceso constituyente, es decir, que las reformas se limiten a lo enunciado por Zapatero; que no se abran las compuertas a una espiral secesionista, y que no se ponga en riesgo la unidad nacional. ¿Ha sido eso lo que Fraga le expuso a Su Majestad? Entiendo que sí. Y no es difícil aventurar lo que habrá pensado Su Majestad, si sus pensamientos se pudieran traducir al lenguaje político ordinario: ¡Dios, qué diferencia hay entre Fraga y el anterior presidente del Gobierno! Nadie diría que son de la misma escuela política. Con lo cual, aventuro otra tesis: ya hay otro partidario de que don Manuel Fraga repita en la Presidencia de la Xunta, por su talante de pacto. Lo que ocurre es que no lo puede decir.

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