Diario de León
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FEDERICO ABASCAL
León

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EN SU COMPARECENCIA ante la comisión parlamentaria que investiga los atentados del 11-M, José María Aznar ofreció la mejor imagen de sí mismo. Su estrategia defensiva fue la del ataque a algún medio de comunicación y a un partido político, sugiriendo reiteradamente la existencia de una supuesta trama conspirativa de intencionalidad electoral. Esa intencionalidad habría sido la misma que de los autores materiales de los atentados y la de quienes los habrían inspirado. Defendió Aznar en todo momento la pulcritud informativa de su Gobierno en esos tres días preelectorales y atacó la actitud falaz del medio de comunicación y del partido que se vio favorecido en las urnas. E insistió en que se investigue para que la sociedad sepa la verdad, especialmente de la conexión entre los dos terrorismos citados. Sigue, pues, abierta la incógnita que los responsables policiales y el juez instructor dan ya por despejada. La comparecencia de Aznar sería la primera parte de un turno de testigos que cerraría la de Rodríguez Zapatero la próxima semana, al menos en el plano de la espectacularidad parlamentaria, porque la comisión va a seguir sus tareas durante, al menos, algunas semanas más. Ante los comisionados han aparecido nuevas vías de investigación, como la trama de explosivos robados y comercializados en Asturias, sobre la que el ex presidente no reconoció la menor responsabilidad de su Gobierno al situar la que pudiera existir en los agentes policiales, si la hubieran contraído. Se esperaba con interés y lógica curiosidad la actitud del portavoz socialista Álvaro Cuesta. Recordó el diputado que ayer hizo justo un año de la muerte en Irak de los agentes del servicio español de inteligencia y que los atentados de Atocha y cercanías habían causado la muerte a 192 personas y heridas a más de mil ochocientas. Y ante la dimensión de esas tragedias, el ex presidente parece limitarse a hablar de elecciones. Según el socialista Cuesta, Aznar se habría visto golpeado el 11-M por el dolor de la tragedia y la realidad de las elecciones inminentes, lo que explicaría de algún modo su actitud en aquellos días. Pero la confrontación entre ambos se hizo más tensa y a veces durísima en la acusación del ex presidente al PSOE de haber actuado antidemocráticamente cuanto menos en esos días y, sobre todo, durante la jornada de reflexión. Las réplicas de Cuesta alcanzaron entonces su más alto nivel de virulencia. Se enfrentaban dos posturas opuestas: la de Aznar, en defensa de su rectitud, argumentada en un esquema fijo del que no se salió, y la de Cuesta, en defensa de lo que la sociedad habría percibido en aquellas jornadas de profundo dolor.

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