Recados varios

CADA VEZ que se habla del Plan Ibarretxe, mucho peor. Se ve que nadie, a ninguna banda, está en condiciones de sosiego y de criterio objetivo y desapasionado como para juzgar estas cosas con la calma y la tranquilidad imprescindibles. Lo bueno o lo malo es que aquí todo el mundo tiene parcialmente razón pero nadie tiene la razón. Y en estas condiciones me van a perdonar pero no me siento en condiciones suficientes de libertad, independencia e imparcialidad como para emitir opiniones apodícticas sobre el tema, cosa que, por lo demás, no suelo hacer nunca. Porque mi osadía no llega a tanto como la de otros, y tampoco mi ignorancia, real o ficticia. Por eso me gustaría quedarme en llamadas genéricas a la solución racional, inteligente y pacífica de este grave problema. Y decirle, de paso, al señor lendakari que se podía haber ahorrado muchas de sus afirmaciones de los últimos días. Ibarretxe difícilmente será creíble en sus apelaciones al diálogo como fuente de las soluciones si no empieza por apurar el diálogo en el ámbito vasco, algo que con toda evidencia no ha hecho. De sobra sabe lo que le dirá Zapatero, como Rajoy sabe lo que el presidente dirá al lehendakari, porque todos nos conocemos muy bien, y más ellos entre sí. Y si desde Madrid se quiere pedir al lehendakari que no líe aquí las cosas, bueno será que quienes se lo piden no se líen entre sí en batallas dialécticas inútiles e incluso contraproducentes, como esas de si recurrir antes o después al Constitucional o si Zapatero recibe antes al uno que al otro.