Diario de León
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León

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Antes de iniciar el relato de los hechos, objeto de esta carta, vaya por mi parte la gratitud al espacio que nos brinda su periódico a todos aquellos usuarios de la Sanidad Pública, que como yo, poco o nada podemos hacer cuando un profesional de ésta nos da por respuesta un no tajante cuando lo único que se le demanda es un minuto de su tiempo de trabajo. Mi marido tiene diagnosticada una enfermedad mental severa, motivo por el cual está en tratamiento médico hace varios años, bajo el control de la doctora Medina, psiquiatra del Centro de Salud de José Aguado. Como es frecuente en este tipo de enfermos (las familias que convivan con ellos sabrán a qué me refiero) no siempre asum en su propia enfermedad, lo que propicia que en ocasiones se niegue a acudir periódicamente a las revisiones médicas. Esto redunda en un peor control de su ya difícil patología. Todo esto explica porqué mi marido no ha acudido a las últimas citas médicas. La enfermedad no ha desaparecido, no, simplemente es imposible obligar a ir al médico a una persona en contra de su voluntad. En este caso, yo, su mujer, consciente de que la situación se puede hacer irreversible, me acerco al centro de salud para pedir cita con el/la psiquiatra, indicándome que es necesario el volante del médico de cabecera, dado que había faltado a las últimas citas médicas. Y así hago, acuciada por la angustia y desesperación que los familiares de los enfermos mentales, que sufren brotes psicóticos, conocen muy bien. Le explico a la persona encargada de dar las citas, el caso y la urgencia del mismo, indicándome ésta, amablemente, que espere un momento, para poder hablar con la doctora. Pasados unos minutos, la misma persona me comunica que la doctora. Medina, a su vez había dicho que no podía atenderme, «que pasaría el volante a la enfermera para que me diera cita con el psiquiatra o psicólogo que hubiera, y le abrirían nueva historia clínica» a lo que respondo que «es un paciente que ya tiene historia, y por lo tanto no le pueden tratar como nuevo porque está en tratamiento con medicación». En el transcurso de esta conversación aparece la doctora Medina en el pasillo. Me dirijo a ella con el único fin de informarle del paciente del que se trataba, y me limito a decir: «perdón, ¿podría hablar con usted un momento?». La respuesta de la doctora fue «no». En aquel momento me derrumbé fruto de la desesperación, impotencia y miedo de lo que puede pasar con mi marido. No voy a cuestionar la profesionalidad de esta médico, no estoy cualificada para ello y no sería objetiva; pero sí soy una persona humana y tengo suficiente criterio para decir que, en calidad humana, mi puntuación para ella es cero. Isabel Balbuena García (León). Pedro Álvarez nos dejó este mensaje: «Me refiero al monumento que quieren hacer en el cementerio en homenaje a las víctimas del franquismo. He de decirles que el padre de mi mujer fue fusilado a primeros de marzo de 1938, y, según el libro registro del cementerio, como motivo de su defunción se atribuye una «parada cardíaca». Y así figuran la mayoría de fusilados. Creo que ya lo tendrán en cuenta y no se dejarán engañar, por ser famosa, la trágica broma con que la calificaban aquellos asesinos la forma violenta de quitar la vida a los que no comulgaban con sus ideas». Miguel Á. González (Ponferrada; edición digital).

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