Diario de León

TRIBUNA

La antigua del Camino, alma leonesa

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EN LEÓN, desde tiempos inmemoriales, la festividad litúrgica del Viernes de Dolores es el pórtico de la Semana Santa. La estampa se enmarca en la antigua calle de la Frenería, que es donde se alza la iglesia de Nuestra Señora del Mercado, románico alcázar mariano de la primera mitad del siglo XII. La cita es a las ocho de la tarde. En dicho templo, y en la citada centuria, se celebraba ya la Fiesta de la Transfixión, es decir, la conmemoración de los Dolores de la Santísima Virgen. Con tal motivo, se rezaba oficio propio en toda la diócesis, según acredita un códice del siglo XV existente en el archivo catedralicio, catalogado por don Raimundo Rodríguez. La unidad urbana se conocía ya entonces como Collatio sancte Mariae del Camino . Quadrado, en Recuerdos y bellezas de España , previene al caminante, con claridad y concisión, de su predominio y resonancia: «Antes que por el sur se extendiera en el siglo XIV el recinto amurallado de León, se denominaba del Camino la parroquia de Santa María hoy titulada del Mercado». Finalizado el ejercicio del novenario, que se hace rogativa por la paz del mundo, al atardecer, cuando se funden y confunden los bronces de la torre del templo parroquial con aquellos que nacen en la espadaña de la capilla de las madres Benedictinas, la Morenica del Mercado cruza la puerta del mencionado santuario que se yergue a la vera del Camino Francés. De este modo, comienza la Semana Santa de León su andadura anual. La lámina tiene esplendor, resplandor y transparencia. Harto conocida, los adjetivos resultan innecesarios. El escoplo de la fe, siempre ardiente, siempre poderoso, ha hecho posible que este grabado, vivo y puntual, que se mide por siglos, aflore todos los Viernes de Dolores. Entre un rumor de rezos, una multitud de velas deviene en bosque de luminarias, y la cera se muta súplica y ruego, plegaria sollozante. El itinerario atesora calles y plazas evocadoras que se impregnan de un acendrado sentimiento de fervor, y cada esquina, cada rincón, es ángulo piadoso que reconforta la retina del espíritu. Dos estaciones se insertan en el cortejo penitencial. Ambos escenarios son disímiles, y, sin embargo, incardinados irrecusablemente en la vida de la ciudad: el convento de Santa María de Carbajal y la plaza de Santo Domingo. En uno y en otro lugar, la emotividad, su sello áureo, procura consuelo a soledades y tristezas personales con el nimbo de su amorosa frescura. Piedad y austeridad conforman los pilares de la procesión. Su vitalidad ante el devenir de los tiempos sigue incólume. Su pulso, isócrono. Su firmeza, insoslayable. Todo ello, como dije antes, producto de la fe del pueblo leonés que en Nuestra Señora del Camino de los Franceses halló siempre puerta y camino, luz y esperanza. «Nueve de febrero» es una calle en el barrio de La Chantría que abona y defiende la tradición perpetua de que en dicha fecha, el lejanísimo año 560, la Virgen «se apareció» donde hoy se alza la cruz de piedra en la plaza del Grano, entonces monte áspero y espeso. No hace tantos años, la devoción popular tenía diariamente en nuestra ciudad dos destinos concretos: uno, la visita al Santísimo Sacramento, en la Basílica de San Isidoro; otro, a la Virgen del Mercado, con la finalidad de impetrar los favores de esta milagrosa imagen. La Virgen del Mercado es la patrona de la ciudad. José Aguado Jolís Smolinski, alcalde de León, (1944-1946), propugnó su coronación. Santa María del Camino, la Antigua, señalada de este modo a partir del siglo XVI para distinguirla de la patrona de la región leonesa, «aparecida en 1505 a una legua al occidente de la ciudad», es dique y baluarte ante las protervas punzaduras de la necesidad y el desamparo, refugio de todo aquel que sufre y padece los claroscuros de la angustia y de la espera, versículo secular de la piedad leonesa. La Morenica del Mercado infunde en el alma de quien se acerca a ella el invisible aliento de la esperanza que ahuyenta los oscuros vientos que embargan el corazón. Y es que a sus pies capitulan todos los temores. «Mi rostro se hinchó con el llanto y cegaron mis ojos de llorar» (Job, 16,17). En nuestra ciudad, «la Virgen de las Tristezas», fiel transunto del «Stabat Mater» que compuso el franciscano Jacopone da Todi, estimado como la más grande personalidad de la historia literaria italiana antes de Dante, es una devoción firme, constante, indeclinable. Se trata de una herencia, tangible y fecunda, transmitida de generación en generación. El Viernes de Dolores es determinación litúrgica del Papa Pío V en 1568. La Antigua del Camino es eje angular de fervores y devociones, o, lo que es lo mismo, alma leonesa. La cita es hoy, a las ocho de la tarde, en la iglesia parroquial de Nuestra Señora del Mercado, monumento histórico artístico de carácter nacional desde el 28 de septiembre de 1973.

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