Diario de León

TRIBUNA

El milagroso cordón del Nazareno

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ES NUESTRA tierra leonesa hay un cúmulo de tradiciones y leyendas, debidas a nuestra larga e importante historia, que debemos de desempolvar más a menudo, para que no se queden en el olvido. En el mes de noviembre pasado, en conversación con el Abad de la Cofradía del Dulce Nombre de Jesús Nazareno le expuse, como máximo responsable de la misma, la celebración de una efeméride que la cofradía debería de preparar con especial delicadeza, como era el cuarto centenario de la fundación del Convento de la Santa Cruz (Franciscanas Clarisas Descalzas), en concreto el 11 de Febrero de 1.605. En el libro Nuestra Historia , referido al citado cenobio, escrito en 1.997, por Sor María del Carmen Pérez Santiago, denomina a la cofradía como: «un solo corazón y una sola alma... hermanas y ¡muy hermanas!», refiriéndose a la estrecha relación que ha existido entre ambas congregaciones desde siempre, tanto en la realización de enseres para nuestra Cofradía, túnica del Nazareno, guión, banderas¿, como por el acogimiento en su iglesia en la parada de la procesión de los Pasos, hasta hace relativamente pocos años. También le expliqué al hermano Abad, para que lo conociese, que las entrañables monjitas custodian, a modo de gran reliquia, el cordón del Nazareno, que allá por el siglo XVII obró el renombrado milagro. Yo había tenido el enorme privilegio de contemplarlo y tenerlo en mis manos, un radiante día de primavera de 1.986, cuando, debido a mi insistencia y gracias a las gestiones del entrañable papón Ramiro Ramos, pudimos acercarnos hasta el convento y cumplir este deseo, junto con otro querido hermano, Alejandro Morán, ambos abades y tristemente desaparecidos. El referido milagro se remonta a 1.642, según relato de los códices del convento, también expuesto por el padre Aurelio Calvo, en su libro Semanas Santas Leonesas (1.937-1.938) y en varios artículos publicados en las revistas de S. Santa, con fecha errónea respecto al año que nos ocupa, detalladamente narra: «Sale la procesión de penitencia con los pasos de la Pasión de ntro. Redentor (...) entre ellos el Salvador con la cruz a cuestas y la soga al cuello, salió la madre y la niña con otras señoras de su calidad a la Iglesia de la Catedral a ver la procesión (...) En el tiempo que el paso estaba detenido, se quejaba la niña que andaban con ella sin ver, ni saber quién. Y decía a su madre: «Yo no sé quién anda conmigo», y lloraba. Su madre juzgando que era impertinencia de niña, la reñía, la mortificaba con muy buenos pellizcos y amenazaba para que estuviese quieta y callada. La pobre niña, aunque afligida de su madre, la decía: «Madre mía, yo no sé quién anda conmigo». Con esto la afligía y mortificaba más, porque mirándola, ella no veía cosa alguna. Duró esta mortificación hasta que, moviéndose los que llevaban el paso, comenzó a clamar la niña a su madre diciendo: «Madre que me llevan». La madre, indignada, agravó más la mortificación a su hija hasta que, caminando los que llevaban la imagen, vio claramente que arrancaban a su hija de su lado y, asiendo de ella para detenerla, llevan tras si a madre y a hija. Entonces dijo a los que llevaban el paso que parasen; y desenvolviendo el manto de su hija, halló que la efigie del Redentor la tenía presa con la soga que llevaba en la garganta (...) diose cuenta al señor Obispo y examinaron aquel prodigio. Y poniendo a la niña en cuerpo a la vista de todos se halló que estaba presa con tres vueltas de soga, las dos por los hombros y la otra por la cintura. Visto este milagro¿reconocieron que Dios la elegía y la determinaba para sí y exhortaron a sus padres que la dedicasen a Dios. Esta niña ingreso en el convento e hizo profesión de fe el día de Ntra Sra. de las Nieves de 1.647, bajo el nombre de Sor Juana María de San Agustín, hija de D. Pablo de Villagómez y Dña. Ana García de Soto, nacida leonesa y bautizada el 26 de Junio de 1.631, en San Marcelo, y llegó a ser Abadesa del Convento de las Clarisas, «¿dejando perfume fragante y delicado de sus virtudes y amor grande a nuestro Dios.», muriendo en olor de santidad en 1.698. Con todo este bagaje, mi propuesta fue que se hicieran las gestiones oportunas ante la Madre Abadesa del cenobio para que, por única y exclusiva vez, en el presente año, el Nazareno llevase sobre su cuello el milagroso cordón, con evocación de tan sonoro milagro, y como signo de hermanamiento, más estrecho aún si cabe, entre la Cofradía del Dulce Nombre de Jesús Nazareno y el convento de la Santa Cruz de las Hermanas Franciscanas Clarisas Descalzas, que jamás han dejado de ver detrás de sus celosías, pasar nuestro cortejo procesional. Del mismo modo mi propuesta fue extensiva a la colocación de una placa conmemorativa en la fachada del convento, así como de los otros tres (Carbajalas, Agustinas Recoletas y Concepciones) que conforman nuestro inmemorial itinerario procesional de «los cuatro conventos», y también la instalación en el lugar más adecuado de la plaza de Santo Domingo de un monolito, como recuerdo imperecedero a lugar de fundación de la Cofradía, el desaparecido Convento de Santo Domingo el Real y a los hermanos fundadores, debiéndose de hacer un homenaje depositando una corona de laurel con crespón negro y morado, colores distintivos de la Cofradía, al paso del Nazareno, el Viernes Santo, por dicho monolito y con los sones del himno nacional, siendo aprobadas las propuestas por la Junta General de Hermanos, el pasado día 20 de Marzo, Domingo de Ramos.

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