Leches, Pascual

DEJÓ dicho el domingo el honorable presidente de la Generalitat, señor Maragall, que la victoria del Barça en la liga es nada más y nada menos que «la de la pluridaridad de España», tras lo cual se caló la barretina hasta la ceja -sólo tiene una y el bigote- y rompió a aplaudir a los moços payeses que han hecho posible tamaño triunfo democrático, aunque sea a patadas. Son éstos, entre otros: Etoó, rápido cual rayo por la costumbre de correr delante de los leones en el Camerún de San Cugat; Ronaldinho, que baila la samba brasileira como sólo lo saben hacer en el Ampurdán, lo mismo que Deco, Belletti, Edmilson o Motta; Albertini, tataranieto de mosén Garibaldi; Larson, que se hace el sueco; Giuly, de un pueblo de Francia al lado; y Gío y Rijkard, el entrenador, ambos morenos de la Holanda de los Paises Bajos, tanto que quedan en el hemisferio sur. Forman también como arietes de la escuadra catalana Maxi (de la Pampa), Márquez (mejicano) y el portero Valdés, que por el nombre debe proceder del descenso del Sella, si no de Villamanín. Y, por último, están Xavi, Pujol y Oleguer , los cuales, dado el contraste de apellidos con todos los anteriores, parecen a primera vista ser forasteros o, como máximo, oriundos. Las secciones de deportes de los periodicos, como no hablan de política, pasan por ser de las más serias, de ahí que mucha gente empiece a leer por atrás. Pero, tal como se ha puesto este año la liga, ya no se va a poder comprar ni el Marca . «Ayer vendí uno y de penalti», me ha dicho el quiosquero, que es del Real Madrid.