Diario de León

EL BALCÓN DEL PUEBLO

Ser o tener autoridad

Publicado por
JUAN F. PÉREZ CHENCHO
León

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LA MANIFESTACIÓN celebrada el pasado sábado en Madrid, convocada por la Asociación Víctimas del Terrorismo (AVT) etarra, y respaldada con fervor por los populares, continúa goteando tinta. Fue masiva. Quizá no el millón voceado por los organizadores, ni tan corta como estimó la Delegación del Gobierno. Dejémosla en la mitad. Los cientos de miles de manifestantes exigían al Gobierno que no negocie -«no en mi nombre»- con ETA. El ex-presidente del Gobierno, José María Aznar, y Ángel Acebes, ex-ministro del Interior y actual número dos del PP, durante todo el fin de semana pasado han negado, por activa y por pasiva, que el Gobierno del PP hubiera negociado alguna vez con ETA. Les han corregido hasta sus más fieles defensores mediáticos. Les han puesto sobre la mesa nombres, fechas, todo. Y continúa la negación como norma. Ahí se han instalado. Lo que no se explica entonces es por qué se desplazaron a Zürich un secretario de estado, Martí Fuxá; el secretario general de Presidencia, Zarzalejos, y el experto electoral del PP, Arriola. Como ya escribí una vez, no podemos creer que fueron a comprar un reloj o a tomar una taza de chocolate negro. En las dos ofertas Suiza es líder: en la precisión de sus relojes y en el chocolate, el mejor del mundo, pese a que no cosechan ni un gramo de cacao. Fueron a Zürich y se reunieron en varias ocasiones con la cúpula etarra en la oficinas de la multinacional Nestlé. Para no negociar hubiera sido suficiente dar un portazo comunicándoselo a los parlamentarios de Batasuna en Vitoria. Si no fueron a negociar, ¿por qué Aznar le llamó a la banda en aquellas fechas MLNV (Movimiento de Liberación Nacional Vasco)? ¿Para hacer un chiste malo?. Y si no fueron a negociar, ¿para qué se llevaron al obispo Uriarte como testigo imparcial que levantase las actas de las reuniones?. Si para no negociar desplazaron a un obispo, si llegan a negociar había tenido que dar fe la Conferencia Episcopal entera. Es un clamor a voces que los cuatro presidentes democráticos: Adolfo Suárez, Leopoldo Calvo Sotelo, Felipe González y José María Aznar, han intentado el fin del terrorismo etarra. Hasta la fecha, sin éxito. Sólo Adolfo Suárez, quien ahora vive abrazado a su paticular nube rosa del olvido, logró que los «poli-milis» etarras abandonaran la lucha armada. Dejaron las «parabellum» por los discursos. Y como los que se sentaron en Zürich con los terroristas eran representantes del pueblo español, todos tenemos derecho a saber exactamente qué hablaron, dónde están las actas de las reuniones, en qué punto se rompió la negociación y qué es lo que ofreció el Gobierno del PP a cambio del final del terrorismo. Mientras no se aclaren con datos todos esos extremos, ni Aznar, ni Rajoy, ni Acebes, tienen autoridad moral para criticar la resolución adoptada por la mayoría del Congreso de los Diputados tras el último debate sobre el estado de la Nación. Porque una cosa es ser autoridad y otra tener autoridad. Aznar ya no es autoridad. Tampoco demuestra tenerla con su comportamiento. Las evidencias, como los axiomas, no necesitan demostración.

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