Diario de León
Publicado por
B. Cabezas González-Haller
León

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Cuando dos elefantes se pelean la única que sufre es la hierba. Las grescas que simulan Rajoy y Zapatero -y otros-, en el Parlamento y en los medios de comunicación, contienen sus realidades, las que les interesan a ellos y a unos pocos. Pero no están destinadas a prever los problemas, para evitarlos, ni a resolver los que tenemos ya la mayoría, precisamente, creados por las políticas interesadas de los sucesivos gobiernos, incluyendo los municipales y autonómicos que, cómo comprobamos, empezando por el urbanismo, actúan arbitrariamente. No podemos pensar que el Ayuntamiento de León y los del área metropolitana se hayan preocupado de ordenar con criterios racionales el territorio y la distribución de los usos del suelo. Sólo en los últimos diez años, por intereses, falta de sensibilidad, abusando de la ignorancia de unos y de la impotencia de otros, nos han condenado para toda la vida a todos los ciudadanos a perder el tiempo en los atascos, soportar ruidos y contaminación. ¿Quiénes son los que diseñan el urbanismo?. Aún se preguntan, qué urbanismo queremos. El acceso al hospital y a los barrios, demuestran que hemos tenido y tenemos en los Ayuntamientos gente que nos ha creado los problemas de movilidad y de escasez de espacios. Y siguen. Todo por la sucia especulación de los promotores inmobiliarios. Demasiado tráfico de influencias. En Alemania, y otros países, el político que hace favores a un empresario, si se descubre, se le fulmina. En León nos dicen que es para beneficio de los ciudadanos. Con frecuencia, algunos periódicos y el CIS, hacen encuestas para decirnos quién es el ganador y el perdedor. En el último debate, llamado «estado de la nación», todas las encuestas dieron como perdedor a Rajoy. Generalmente, en nuestra sociedad, siempre gana el que tiene el poder. Nuestra cultura está mitificada: los mejores son los que ganan, porque cuando no ganan son llamados, malos. Pero en este caso le fue muy fácil a Zapatero ser mejor, porque Rajoy presentó argumentos que sólo creen los que padecen el egoísmo de la burguesía inmovilista. Cuando nos cuentan esos cuentos, que adornan con un halo de grandeza y de amenaza, la irremediable derrota es fácil. Los que se pone en plan de repetir la historia, como hacen los actores del PP, y la vuelven a contar, dispuestos a meter todo en el baúl de la patria y erigiéndose en los únicos valedores de lo que ya la mayoría acepta, pues deben perder. Pero aquí no hay que enfocar sólo a Rajoy/Zapatero, hay que enfocar a todos los líderes y a toda la sociedad y, la verdad: los perdedores seguimos siendo la mayoría de los ciudadanos. Ellos tienen buen trabajo, buen sueldo, buena vivienda, asistencia sanitaria puntual con los mejores médicos (la Constitución dice que somos todos iguales ante la ley, quiero ver a estos en lista de espera), coche oficial a la puerta, comen y viajan a cuenta de todos. O sea, que no nos confundamos. Rajoy, descalifica, sin cesar, a Zapatero, porque se entiende con Carod Rovira y con Llamazares. Pero la realidad es que Zapatero se entiende con todos, no cesa en las invitaciones al PP. a que participe. Y les perdona cuando le llaman incompetente. Por eso se estremece cuando Rajoy lo define cómo «radical». Nada más inexacto el diagnóstico. Por lo que dicen, los que se han radicalizado aún más hacia la derecha dura es todo el PP. Zapatero nunca ha sido radical, ni siquiera de izquierdas, y menos ahora que es presidente de Gobierno y tiene que ajustar la política a las prescripciones del mercado, qué, es bien sabido, no se rige por reglas democráticas ni es generoso, se rige por los dictados puros y duros del neo-capitalismo depredador. Por lo que dicen y por lo que hacen el perfil ideológico del conjunto del equipo del Gobierno está más cerca del centro derecha, que del centro izquierda. O sea, lo que le molesta a Rajoy es que Zapatero ocupe también el espacio del centro derecha y le quite espacio. ¿Cómo se atreve señor Rajoy, a decir que yo soy radical?, le contestó Zapatero desde la tribuna del parlamento. A Rajoy, -veremos cómo le sale- sigue haciendo la política paternalista propia de la burguesía cerrada, que se fundamenta en el inmovilismo (buena cosa para los que están bien). La burguesía, término que no se usa ahora, siempre aspira a lo mismo: construir un orden inflexible e irreversible. Para ello presenta como necesario y natural lo que le conviene a los burgueses. La posición de Rajoy es de vicario. Todo parece que no va a la ejecutiva de su partido a impartir ordenes, como hace un líder, sino a recibirlas. Eso dicen. Y se nota: sale con discursos minuciosamente elaborados, pero de segunda mano, por eso monta la bronca frente a todo lo que aprueban todos los demás partidos (el héroe cumple las ordenes y lucha contra los intrusos). Zapatero, con Carod, dice Rajoy, se come a la España concebida por la derecha. Rajoy habla de su España, no de los problemas de los ciudadanos. Zapatero, siempre ganará a Rajoy, porque es más generoso, es más normal, abre el campo, incluye a la burguesía de siempre y a la emergente, de la que forma parte él y el conjunto del Gobierno (el arquetipo ideal de la burguesía lo tenemos en la vicepresidenta. Sólo hay que observar sus movimientos kinesicos y sus modelos). Mientras, Rajoy, con Zaplana y Acebes al frente, cierra el campo de centro, Zapatero lo abre. La realidad es que el gobierno de Zapatero no modificará el sistema, porque no lo dejarían, en beneficio de una sociedad más igual y más protegida, todo lo contrario, las desigualdades, no sólo permanecerán, seguirán creciendo por la propia dinámica del sistema de mercado, que obliga a todos los gobiernos (para eso está Rato en el FMI. Y en España, para eso está ahí Solbes) a respetar las reglas del poder económico. Pero también hay que decir que la sociedad española no es de izquierdas y, por tanto, no apoyaría a un Gobierno de izquierda, si se radicalizara hacia la izquierda. Intentar hacer una operación de cambios en el sistema, sin apoyo de la mayoría de los ciudadanos, y de otros países, es un suicidio político. Pero dentro de eso, hay un margen para hacer política nacional y local más social que la que se hace. Los actores del PP, especialmente los que están en la cúpula, padecen el trauma de pérdida del poder, súbitamente. Y el equipo de Zapatero experimenta el placer de poseerlo, súbitamente. Por eso, en el discurso el ganador, desde lo más alto de la pirámide, dibuja un país que va camino del buen camino. Y es que la gente cuando sube al pedestal, el cambio que experimenta su vida es tan ventajoso, que nos ve a todos tan bien como están ellos. Le recomiendo a Zapatero y a su gente, que no estén tan eufóricos, porque España, con Grecia y Portugal, según el informe de la UE, sigue a la cola en salarios, calidad de vida, educación y tecnologías. Cuidado con los triunfalismos, que los ciudadanos estamos aquí.

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