La raíz del terrorismo

«VENDRÁN MÁS DÍAS malos y nos volverán más ciegos». La profecía de Sánchez-Ferlosio se ha cumplido. Los terroristas islamistas han atacado Londres cumpliendo una amenaza que sería extravagante o cínico no relacionar con la invasión y posterior ocupación de Irak. Lo cual ni mucho menos justifica la actuación de las alimañas que han segado la vida de medio centenar de personas mutilando a otras cien. Los hechos son tenaces y es evidente que cuando, tras la entrada de sus tropas en Bagdad, Georges Bush anunció que a partir de aquel momento el mundo sería más seguro, no sabía lo que decía. Hablando con Javier Solana, el Alto Comisionado para la Política Exterior y la Seguridad de la Unión Europea, he tenido la impresión de que hoy no habría mantenido la misma posición que cuando se produjo la invasión de Irak. El terrorismo no tiene excusa y, por lo tanto, los terroristas deben pagar sus crímenes. Pero para ello la lucha contra sus organizaciones debería ser el producto de un análisis de los orígenes del terrorismo; un conocimiento de dónde encuentran complicidades, simpatías y apoyos los terroristas. La corrupción que caracteriza a regímenes protegidos por Occidente, como es el caso de Arabia Saudí, Pakistán o Indonesia, engendra el caldo de cultivo en el que fermenta el descontento que conduce al fanatismo religioso. Cuando Arabia Saudí y Pakistán sean países democráticos, los días de Al Qaeda estarán contados. La normalización de Irak ya es otra cosa. Parafraseando a Günter Grass podríamos decir que es cuento largo. Quizá demasiado largo.