Estropear España

SI LA materia ni se destruye ni desaparece, sino que se transforma, ¿hay alguna razón para suponer que las prostitutas que sufren los sinsabores de su esclavitud en la colonia Marconi de Madrid van a desaparecer porque el inquietante concejal de seguridad del Ayuntamiento de Madrid haya tenido una ocurrencia totalitaria y un punto facciosa para erradicarlas? A las prostitutas de la colonia Marconi, que lejos de ser sólo materia fungible poseen acaso más espíritu, bien que torturado, que el dicho concejal, lo más que se les puede hacer, y en ello han perseverado los ayuntamientos más romos y carcundas de la capital, es cambiarlas de sitio; pero con la alevosa y agosteña disposición del Ayuntamiento lo que se cambia es el Estado de Derecho, convirtiéndolo, porque les pone a algunos, en uno policíaco y persecutor de la libertad. El concejal Calvo Poch ha prohibido circular en auto por las calles de esa barriada, de once de la noche a seis de la mañana, a quienes no sean vecinos de la misma o trabajadores de sus naves y de sus talleres. Así, según Calvo Poch, los clientes de las infortunadas criaturas no podrán acceder a las calles por las que éstas arrastran su miseria y su orfandad, lográndose de este modo la magia tantas veces perseguida de su esfumamiento, de su desaparición. El concejal conculca el derecho a la libre circulación de los ciudadanos que consagra el artículo 19 de la Constitución y se sitúa ominosamente frente a ella. En asuntos como éste, sobre todo, es en los que tiene que intervenir, implacable y severo, el Gobierno central de la Nación, porque hay muchas maneras, y ésta de Calvo Poch es una, de estropear España.