Diario de León
Publicado por
JAVIER TOMÉ
León

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MI AMIGA Verónica, tan guapetona y exuberante ella, está que fuma en pipa con su casi recién estrenado esposo. Y no porque se haya cumplido una vez más la sabia reflexión de Jardiel Poncela a propósito de que el amor es ciego pero el matrimonio le devuelve la vista, que todavía no es el caso, sino debido a que tan apuesto galán ejerce el noble oficio de camionero, profesión que se encuentra ahora mismo en el ojo del huracán por muchos y complejos motivos. Un listado de quejas y reclamaciones más doliente, por cierto, que todos los estudios de Chopin. Sin ir más lejos el centimín para San Antonio con que se recarga el precio del gas-oil en algunas comunidades para ayudar a sostener la Seguridad Social, heredero en el tiempo de la castiza y misericordiosa hucha de los pobres de nuestros abuelos. O hablando del combustible, el desmesurado precio que ha alcanzado esa savia benéfica que mantiene en movimiento a los cada vez más castigados, económicamente hablando, medios de transporte. Si a todo ello sumamos el casi nulo incremento en las tarifas de portes, mientras las letras con los pagos pendientes siguen su risueño y natural curso, se entiende que en el gremio del camión no esté el horno para bollos. Así que luego vienen las huelgas, las protestas más o menos ruidosas y una convicción generalizada de que los únicos beneficiados del transporte son los que merodean y campan a sus anchas alrededor, no encima y al volante del camión. Y pensar que el cantante Loquillo proclamaba a voz en grito en los días de vino y rosas de la movida que él para ser feliz quería un camión. ¡Qué tiempos aquellos!

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