Diario de León
Publicado por
ERNESTO S. POMBO
León

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A LOS que no disponemos de unos grandes conocimientos jurídicos, y que sin duda somos unos cuantos, la decisión del juez Grande-Marlaska de prohibir el congreso de Batasuna en Baracaldo, nos ha parecido de lo más normal. Y esto es así por un razonamiento elemental. Si la Ley de Partidos ilegalizó en su día a Batasuna, se entiende que, cualquier acción que promueve esta formación, es necesariamente tan ilegal como ella misma. Por eso no entendimos muy bien las discusiones de las últimas semanas sobre la celebración de un acto de una formación que no existe, ni sobre la posibilidad de que esa formación que no existe eligiese la dirección de la misma formación que no existe. Así las cosas, no cabía otra alternativa que la de mantener, con la firmeza necesaria, la postura que se acabó imponiendo. Batasuna sigue siendo ilegal y por tanto no existe. Y si, pese a ello, Batasuna ha vuelto al primer plano de la vida política española es porque la hemos resucitado y legitimado. Y lo hemos hecho dándole credibilidad a Otegui, hablando de Batasuna, de los batasunos y de la batasunización y recabando y aceptando las opiniones de sus responsables. A Batasuna la hemos vuelto a colocar entre todos, en el mapa. Por eso hay que agradecer que el juez Grande-Marlaska nos haya liberado de tener que asistir otra vez al espectáculo ya conocido de ver a un encapuchado quemando una bandera, a otro encapuchado quemando otra bandera y a un tercer encapuchado salir huyendo tras proclamar el consabido «gora ETA». Ha sido el juez quien mantuvo la cordura y la compostura en un asunto en el que las fuerzas políticas hicieron el papel habitual. Lamentable. Unas poniendo en duda el funcionamiento de la justicia y otras enviando mensajes de complicidad al entorno abertzale. Si por ellas fuera, nos devorarían los tiburones.

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