TRIBUNA
Palacios del Sil no es del Bierzo
Una mayoría de concejales de Palacios del Sil tomó hace unos días la polémica decisión de incorporarse al Bierzo. Pero fue ésa una mayoría política puramente coyuntural y sin consenso, puesto que los otros dos partidos representados en el Ayuntamiento, PP e IU, están en contra de tal decisión. Es decir, en las próximas elecciones, con una pequeña variación en la asignación de concejales, el Ayuntamiento de Palacios pediría abandonar el Bierzo con total legitimidad ¿Es esto lógico? No, no es lógico porque la decisión de modificar los límites de una entidad territorial, tanto para incluir como para excluir, tiene que basarse en el consenso entre todas las fuerzas políticas, no en una decisión parcial y coyuntural. Por otro lado, una decisión así tiene que contar no sólo con la opinión de los políticos y de la población, sino también con la objetividad histórica, cultural y lingüística: no se pueden configurar comarcas o regiones según afinidades o elecciones políticas concretas y episódicas. Además, entre la población del concejo de Palacios del Sil hay un sentimiento generalizado de sentirse próximos al Bierzo, pero distintos. Nunca Palacios fue Bierzo, una tierra a la que se aprecia, pero a la que no se pertenece. En Palacios se quiere al Bierzo, pero no se desea ser parte de él: como un hermano quiere a otro hermano pero no es parte del otro, sino un individuo distinto. ¿A qué se debe esta falta de consenso en Palacios del Sil y este sentimiento de no ser parte del Bierzo? Se debe a que, por razones históricas, culturales y lingüísticas, Palacios nunca ha sido territorio berciano y la memoria histórica hace que la mayoría de la gente palaciega no acepta que se la etiquete de berciana. No voy a hablar de las abundantísimas razones históricas (por ejemplo, la antigua división en diócesis) que hacen absurda y monstruosa la decisión de incluir a Palacios del Sil en el Bierzo, porque no soy historiador. Pero he estudiado durante mucho tiempo los rasgos culturales y lingüísticos de Palacios del Sil y, desde luego, desde el punto de vista cultural las tradiciones palaciegas siempre fueron en sí mismas (y percibidas por la población) como diferentes de las bercianas y similares a las de Laciana y Babia. No es posible aquí entrar en detalles, pero las costumbres de las brañas, las celebraciones rituales, la salga, el tipo de economía campesina y ganadera, los repartos de roles de género en la familia y la tenencia de la tierra son diferentes en Palacios respecto al Bierzo. El folclore de Palacios con sus canciones y sus tradiciones vaqueiras y la vestimenta tradicional son también distintas de las del Bierzo. Desde el punto de vista lingüístico, Palacios es otro mundo distinto del berciano. En Palacios ya no se encuentra esa influencia de la lengua gallega que el nacionalismo de Santiago de Compostela quiere usar para desmembrar León. La lengua autóctona de Palacios es un ejemplo puro del asturleonés occidental, que va desde Luarca hasta tierras de Zamora, como bien dejó demostrado Menéndez Pidal. Por otro lado, las declaraciones de dirigentes actuales del ente del Bierzo son bien claras: destruir a sangre y fuego el asturleonés e implantar el gallego oficial de la Junta de Galicia. (Por cierto, algunos dirigentes, muy enloquecidos, del ente del Bierzo parece que quieren llevar a cabo el sueño paranoico del nacionalismo gallego de convertir el Bierzo en la «quinta provincia gallega»). Si el hecho de que Palacios no pertenece cultural y lingüísticamente al Bierzo es constatable científicamente, permítaseme ahora una opinión que, como ciudadano, humildemente quiero aportar al debate: creo que, dada la falta de consenso entre los partidos políticos y en la población, los propios políticos de Palacios y la entidad regional pertinente que en definitiva ha de decidir, que es la Junta de Castilla y León, deberían paralizar provisionalmente el proceso de absorción de Palacios por parte del Bierzo hasta que se alcance un consenso. Debería darse un plazo de demora para que tras un debate democrático hubiese un acuerdo generalizado y a gusto de todos. Tampoco creo que al Bierzo le interese la inclusión en su interior de un concejo en el que no hay consenso ni se siente su gente berciana: no beneficiará a la institucionalización del Bierzo, sino que le traerá inestabilidad y polémica y generará crecientes conflictos. Aunque las directrices del nacionalismo gallego sean las de absorber y anular la personalidad de un concejo como Palacios, tan emblemático de la cultura asturleonesa, no se deben seguir esas consignas. Por otro lado, la Junta de Castilla y León debería consultar la opinión de los expertos, puesto que la constitución de entes territoriales no puede depender únicamente de decisiones políticas. En Bélgica, por ejemplo, cuando se delimitaron las zonas walona y la flamenca, no se siguieron los intereses políticos y económicos, sino el mapa cultural y lingüístico. Incluso hubo un concejo, el de Les Fourons, que a pesar de que gran parte de su población quería ser walona, el gobierno mantuvo el criterio cultural y es hoy día zona flamenca de pleno derecho porque así lo fundamenta su historia y su cultura. El caso de Palacios es mucho más claro: sería un atropello cultural subsumirlo en el Bierzo. En estas decisiones de trascencencia histórica debe contar más la realidad cultural, lingüística e histórica que el simple cálculo de unos políticos, que son los legitimados para plantear alternativas, pero están obligados a aceptar la realidad cultural y el consenso en las decisiones trascendentales. Con esta propuesta no pretendo deslegitimar a los políticos de Palacios, sino todo lo contrario, pedirles que asuman el protagonismo de buscar el consenso en una cuestión fundamental y que después gestionen ese consenso. Perseverar en el error sería una equivocación: violentar el pasado histórico y cultural de Palacios del Sil no conducirá a nada bueno en el futuro.