Diario de León

CON VIENTO FRESCO

Cuñas de la misma madera

Publicado por
JOSÉ A. BALBOA DE PAZ
León

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LO QUE algunos que se dicen de izquierdas no soportan es que muchos de los que cuestionan la política del actual gobierno socialista sean antiguos miembros de partidos de izquierda, pues hacen verdad el refrán de que no hay mejor cuña que la de la misma madera. Por eso odian tanto a personas como Gustavo Bueno, que se atreve a criticar el apoyo de Zapatero a los nacionalistas y que sin ambages afirma que está rompiendo España, que ésta no es un mito como lo es, según el título de uno de sus libros, el de la izquierda. No es una opinión sino una verdad que, por desgracia, he podido constatar. A comienzos del pasado verano, en una cena en Oviedo con algunos militantes de Izquierda Unida, pude escuchar las mayores obscenidades contra una persona que fue durante el franquismo el principal referente asturiano de la izquierda. Es tal el odio que concita entre estos majaderos, cuya incuria intelectual es proporcional a su maldad, que si pudieran le taparían la boca. No soportan que les recuerde las contradicones de esta política respecto a su propio discurso sedicentemente de izquierdas. Desde un punto de vista dialéctico, los conceptos de izquierda y derecha son relativos y, por tanto, se han de determinar históricamente. Lo que definió a la izquierda, en su origen topográfico durante la Revolución Francesa, fue la defensa de la igual jurídica. Frente al Antiguo Régimen, los revolucionarios, y con ellos el liberalismo progresistas posterior, pretendieron eliminar los privilegios feudales, tanto de los grupos estamentales como de los territorios, y lograr que los súbditos se convirtieran en ciudadanos con los mismos derechos y deberes; este fue el fundamento de la moderna nación política. En España esta obra la realizaron los gobiernos liberales durante el siglo XIX, eliminando los fueros que aún gozaban algunas regiones. La derecha más recalcitrante, el carlismo, fue por el contrario partidario de aquellas desigualdades jurídicas y por ello encontró en Cataluña y el País Vasco un mayor eco. Si la igualdad jurídica fue la bandera de los grupos liberales más progresistas junto con la defensa de la libertad -que tenía un origen incluso anterior, nobles que buscaban limitar el poder absoluto del monarca mediante la división de poderes-, los socialistas, sin cuestionar esas conquistas, defendieron que no hay verdadera igualdad sin el acceso de los trabajadores a los medios de producción. Todas las luchas que los partidos socialistas y los sindicatos obreros emprendieron desde entonces, unas veces por vía revolucionaria y otras por cauces democráticos, han buscado mejorar las condiciones de vida y de trabajo y por tanto una mayor igualdad social. También con avances y retrocesos, con aciertos y errores, los socialistas han propiciado a lo largo del siglo XX conquistas que hoy nos parecen irrenunciables. La igualdad de todos ante la ley y el gozar de derechos sociales y económicos, como sindicación, educación, sanidad, jubilación, son las grandes conquistas de la izquierda histórica. La política del actual gobierno socialista va justamente contra el proceso descrito por su apoyo al nacionalismo. Éste, en esencia, es el viejo carlismo defensor de las desigualdades jurídicas y económicas de los grupos sociales y las regiones. Aún peor, pues el carlismo no cuestionaba la idea de patria, ni pretendía romper España, sólo quería una España hecha de privilegios forales y desigualdades sociales. Hoy sus herederos dan una vuelta de tuerca más, buscando lo mismo pero disgregando lo que se ha tardado dos siglos en unir y homogeneizar. ¿Cómo gentes que se dicen de izquierda pueden defender semejante política?. No por ideas -estos recogepelotas que mandan no las tienen-, ni por política -hasta ahora no eran sino los que hacían las fotocopias en las sedes, como dice mi amigo Pepe-, sino porque hacen de la política una forma de la que vivir. Odian a los que decimos estas cosas pues no soportan las cuñas de la misma madera .

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