Diario de León

DESDE LA CORTE

La agenda del otoño

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FERNANDO ONEGA
León

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RODRÍGUEZ Zapatero, el hombre con más fe de este siglo y del mundo mundial, se ha propuesto resucitar un muerto. Un muerto que él mismo mató: el de la reforma constitucional. Hace falta mucho optimismo y mucha capacidad taumatúrgica para intentarlo, pero ayer anunció que, pasados los calores del verano, se arremangará y llamará a los partidos para ver si se dan las condiciones políticas para tal reforma. Eso de las «condiciones políticas» debe ser un eufemismo leonés, porque lo que quiere decir en realidad es lo siguiente: «a ver si Rajoy se apea de la burra y nos da su consentimiento para la reforma». ¿Y qué piensa conseguir de verdad el presidente? Me temo que una forma de entretener el otoño, por si se complica el patio vasco y el «inicio del principio del fin». La política es como el fútbol, y Zapatero como esos entrenadores que explican su inteligente estrategia: tener mucho tiempo el balón; mientras sus jugadores tengan el balón, no está en poder de los rivales, con lo cual no pueden marcar un gol. El balón de un político es la agenda. Si la controla y maneja, no hay goles de la oposición. Por eso la política consiste en llenar la agenda. La del otoño se llenará de reforma constitucional. Si esa reforma sale, bendito sea Dios: el estadista ha logrado el consenso. ¿Que no sale? La culpa es del Partido Popular, que no está dispuesto a regalar bazas a los socialistas en nada que se pueda computar de forma positiva ante las elecciones. Eso dice, por lo menos, don José Blanco en sus filípicas de los lunes. Puesto a hacer de profeta fácil, me temo que el señor Zapatero va a sacar poco agua de este pozo. Está bien que lo intente; pero no ha cambiado ninguna de las circunstancias que recientemente le llevaron a considerar que en esta Legislatura no se podría efectuar la reforma de la Constitución. Ni hubo acercamiento al Partido Popular, ni Rajoy dulcifica su postura ante los asuntos de estado que están en el debate, ni esa musa llamada Aznar se ha mostrado propicia a las reformas en su intervención en el Consejo de Estado. Nada de nada. Yo, que Zapatero, dejaría reducida la propuesta de reforma a la sucesión en la Corona. No es por nada, pero mantener la fórmula actual, con prioridad del varón sobre la hembra, es mantener una previsión de conflicto y un castigo innecesario a la Monarquía y a los Príncipes de Asturias. A la Monarquía, porque la continuidad hace razonable que haya varios sucesores directos posibles. Y a los príncipes, porque están condenados a no tener un retoño, por si sale varón. Ejercer su función, incluso conyugal, en esas condiciones es, dicho sea con todos los respetos, como ponerle a la Princesa un anticonceptivo constitucional.

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