Diario de León

TRIBUNA

Semana Santa, procesiones y hosteleros Las penas de cárcel y su cumplimiento

Publicado por
LUIS ÁNGEL ESQUIBEL ANDRÉS DOPICO BARROS
León

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LLAMARON la atención las recientes declaraciones de los representantes de los hosteleros sobre la Semana Santa y las procesiones, y la tibia respuesta que han recibido las mismas desde algunas cofradías e instituciones. Los hosteleros, en particular los que tienen sus negocios en las cercanías del Barrio Húmedo, deben de tener en cuenta que sus «mejores clientes» somos los leoneses, que durante los 365 días del año y en especial los fines de semana y festivos, nos acercamos a sus establecimientos y consumimos los productos que nos ofrecen las 54 semanas del año y no sólo una Semana, hecho que les permite seguir con sus negocios. Y esos mismos leoneses somos los que participamos en la Semana Santa que atrae a esos miles de turistas que durante esa semana y no otras llenan aún más sus negocios. Por lo tanto, yo creo que deben estar agradecidos a León y a sus ciudadanos que han hecho que la Semana Santa atraiga como un imán a todos esos turistas. Que indiquen por dónde deben de pasar las procesiones, creo que riza el colmo de los colmos. Ellos, que luchan por la libertad de horarios en sus establecimientos, quieren imponer el itinerario a las procesiones (que no tienen ánimo de lucro); en breve querrán fijar el horario, dónde deben parar los pasos, en qué momento ha de tocar la banda¿ No tiene ni pies ni cabeza. Procesiones que son centenarias como las de las cofradías de Angustias y Soledad, Jesús Nazareno o Minerva y Veracruz, que vienen trascurriendo por el mismo itinerario desde antes que naciera el abuelo del abuelo del representante de los hosteleros: eso es lo que se llama «tradición». Si nosotros ciudadanos a pie quisiéramos establecer un turno rotatorio a los bares y restaurantes para que no abrieran todos a la vez, si no que unos abrieran unos días y a unas horas y otros en diferentes días y horas, ¿qué adjetivo calificativo nos pondrían? A lo mejor el problema de todo esto es la falta de cultura acerca de la Semana Santa. Hay que aclarar que la Semana Santa no es un espectáculo, ni las procesiones son actuaciones al aire libre, donde algunos arbitrariamente pueden poner hora, día y escenario para acomodarlo a sus intereses. Cuando leemos que tanta procesión «confunde a los visitantes» yo creo que el confundido es el que lo afirma. Hasta hace cinco años me acuerdo que, cuando me dirigía con la túnica puesta hacía la salida de la procesión, cada cien metros alguien me preguntaba a qué hora salía y desde dónde. Desde entonces ya es raro que alguien me pregunte una sola vez. La gente está perfectamente informada y en democracia hay que dar libertad, también a las cofradías para que decidan cuantas procesiones organizan. En cuanto a las cofradías, les animo a unirse, se que es difícil, pero la estrategia va por el «divide y vencerás», ya he visto algún atisbo en la propuesta de realizar «una procesión oficial y vistosa cada uno de los días». Me parece una clara influencia de las procesiones que se celebran en Andalucía donde hay una parte del recorrido por donde pasan todas las procesiones y que se conoce como «carrera oficial». Si queremos seguir teniendo una Semana Santa diferente que atraiga a los turista no creo que nos beneficie en nada cambiar nuestras tradiciones y copiar lo que hacen en otros lares. Centrándome en «una procesión oficial y vistosa cada uno de los días» cabe recordar que la única procesión oficial, ya existe, es la del Santo Entierro que se celebra el Viernes Santo por la tarde. No creo que el abad que ha lanzado esta idea quiera suprimir la procesión de los pasos del Viernes por la mañana, pero... DE UN tiempo a esta parte, vengo observando la proliferación, tanto en cadenas televisivas, como radiofónicas, sobre sangrantes debates, protagonizados, en su mayor parte, por tertulianos y periodistas que lanzan a las ondas sus «expertas» opiniones sobre el, tema que se encuentran debatiendo; en este caso que a mí me ocupa, en lo que se refiere a la cuantía y el tiempo de cumplimiento de prisión, especialmente, en los delitos violentos, si es la respuesta más efectiva que un Estado democrático debe dar a este tipo de delincuencia, en su mayor parte, organizada y exportada de países del Este y de Sudamérica y, últimamente, extendida también a una mínima parte de la delincuencia organizada en España. Obviamente algo hay que funciona mal en nuestro Código Penal; y esto, quizá lo sea por desproporción en las penas de cárcel, en relación con el delito cometido. El asesinato, el homicidio, las agresiones sexuales, los malos tratos, dentro y fuera del hogar, son los «especialmente galardonados» con penas, en muchos casos irrisorias, y a los que ni tan siquiera se les puede obligar a seguir algún tipo de terapia o control especial para su rehabilitación, tal y como se le exige, por ejemplo, a un drogodependiente. En el caso de personas de otros países, el tiempo de cumplimiento efectivo, nunca va más allá de las 2/3 partes de la condena que le fue impuesta, por lo que las penas, y las facilidades de cumplimiento para estos, no sólo hacen gala de la desigualdad entre los presos de otros países y los nativos de aquí; sino que facilitan el que, con todo desparpajo, peligrosos delincuentes, sicarios y demás fauna de pistoleros, vengan a este país a hacer derramar sangre y sufrimiento por doquier y, si las cosas se ponen feas y caen presos, «a vivir», que las condenas son leves, con infinitas facilidades para su cumplimiento y, porque hasta en la cárcel se les trata con distinción por su «repentino retorno al buen camino» y su falsa docilidad para así alcanzar todos los beneficios o buenos trabajos dentro de la prisión. En gran medida, esto se promulgó, de la manera más acentuada, a través de las Leyes Orgánicas 11 y 13/2003 de 29 de septiembre, aprobadas por el Gobierno del señor Aznar para «barrer las calles», por lo que se elevaron las penas, tan sólo para los pequeños delitos de robo y hurto, dejando casi impunes los delitos de mayor gravedad y rechazo social. Curiosamente, en las encuestas que se hacen los delitos que más preocupan a los ciudadanos son: terrorismo, asesinatos y homicidios. Adulteración de alimentos, bebidas o medicinas. Agresiones y abusos sexuales. Apropiación de dinero público. Robos y hurtos. Por ese orden. Esta cuestión resulta crucial en los estudios de sociología del delito, puesto que rompe con la representación habitual del delincuente como otro distinto, como un ser perteneciente a minorías antisociales, extraño y desconocido. Así, hay, en nuestros días, gente en las cárceles, casi de por vida, sin libertad condicional ni beneficio de ningún tipo. Sus delitos, bien pueden ser pequeños robos y hurtos. Su defecto, el ser español y reincidente, como lo es, por ejemplo mi caso, y debo, además, cumplir con mi responsabilidad civil, como si de un ricachón se tratase. Es posible que los legisladores, cuando elaboraron estas leyes, estuviesen en el limbo o, deliberadamente olvidaran el contenido del Art. 14 de la Constitución Española, o el Art. 3 de la Ley orgánica Gral. Penitenciaria, los que, entre otras hacen referencia a la igualdad de las personas presas, independientemente de su raza, sexo, nacionalidad, opinión o religión. Parece ser, que para esos legisladores la vida tiene muy poca importancia; lo que sí les importó fue el «barrer las calles» de la pequeña delincuencia, favoreciendo así que el crimen y los sicarios se instalen, de una manera cómoda en nuestro país. La vida, es el bien más preciado que los seres humanos tenemos. No es un juguete, ni un objeto con el que podamos jugar o sustituirlo. La igualdad, que tan en boca lleva el señor Rodríguez Zapatero se sigue produciendo, y por lo que veo, en las leyes, es todo lo contrario, es desigualdad, sin visos de ser corregida.

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