Diario de León

CRÓNICAS BERCIANAS

Vivir del viento

Ponferrada

Creado:

Actualizado:

«VIVIR DEL VIENTO» es el título de una novela negra de Alberto Vázquez Figueroa que denuncia el fraude de las subvenciones a la energía eólica en Estados Unidos. Un alegato contra la especulación que rodea la instalación de aerogeneradores en las llanuras norteamericanas y que ha servido para que grupos ecologistas recuerden que aquí, en España, tenemos algo parecido, con la Unión Europea subvencionando la creación de parques eólicos que, dicen -y ya me gustaría que estuvieran en un error-, nunca serán rentables por sí mismos. En una o dos décadas, aseguran, dejarán de funcionar y se convertirán en esqueletos metálicos en las cumbres de nuestros montes. Vivir del viento es una novela, y aunque su planteamiento pueda ser acertado, algunos ecologistas que el pasado sábado alertaron de la amenaza que se cierne sobre La Tebaida Berciana y el Camino de Santiago, no deberían olvidarlo cuando se refieren a ella como una suerte de «Biblia» que saca a la luz los trapos sucios del sector eólico. Dirán que la realidad siempre supera la ficción, pero es mejor no confundirlas cuando se habla de desarrollo sostenible; esa necesidad urgente que tenemos de producir la energía que permite funcionar al mundo sin degradar irremediablemente nuestro entorno natural. Y vaya por delante que soy el primero en pensar que la energía eólica es un globo inflado por el aire de las subvenciones, que dejará en paro a muchos de los trabajadores que hoy están empleados en las fábricas de palas y molinos que tanto enorgullecen a nuestros políticos cuando ya no haya montes donde instalarlos. Y eso sucederá más pronto que tarde. Los parques eólicos que se proyectan en algunas cumbres de La Tebaida Berciana y en las alturas del Camino de Santiago, en cualquier caso, no parece que respeten los criterios del desarrollo sostenible, por mucho que hayan obtenido declaraciones de impacto ambiental favorables. Salpicar de molinos de viento lugares donde buscaron refugio los eremitas y pasean senderistas y peregrinos, donde cazan y anidan las águilas, y donde el oso todavía se deja ver cuando se desplaza hacia el norte por valles alejados de las carreteras resulta difícil, muy difícil de justificar. De momento, la autorización de los proyectos ha logrado unir a los grupos ecologistas del Bierzo, dispuestos a «dejarse la piel» y hacer ruido para evitar que los molinos degraden el paisaje y pongan en peligro el hábitat de especies protegidas. Porque todo, incluso la apuesta por las energías renovables, tiene un límite. Está claro que la energía debe producirse allí donde es más fácil conseguir las materias primas que la alimentan, por mucho que el procurador socialista Antonio Losa llame tonto al presidente de Castilla y León por defender las centrales de ciclo combinado de gas y carbón que, afirma, no quieren en Madrid, donde más se consume. Pero también está claro, muy claro, que en una comarca que ha sufrido la degradación de las minas de carbón y los cielos abiertos, y que ya soporta la contaminación de una central térmica que nos guste o no sigue resultando imprescindible, no puede cargar ahora con los molinos de viento. Pesan más de lo que parece.

tracking