Diario de León

IDENTIDAD SECRETA

El favor de Scotland Yard

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EL MUNDO occidental le debe un gran favor a Scotland Yard por haber desarticulado la trama terrorista de Londres. Se habla de 3.000 posibles víctimas. Echando la vista atrás, convivimos con un gran atentado islámico cada diez meses desde el 11-S. Confiemos en que esta operación policial haya conseguido unos meses más de tranquilidad, máxime cuando un atentado a tan gran y sofisticada escala es muy costoso de preparar. El favor de Scotland Yard, no obstante, alcanza más allá de haber evitado miles de bajas y habernos comprado algo de paz. En el terreno del intangible, ha impedido que una nueva escalada terrorista nos sumiera otra vez en el síndrome post 11-S que mantiene a nuestra sociedad noqueada e insensible. La pérdida de libertades individuales que se ha ido produciendo desde aquel fatídico martes del que se cumplen pronto cinco años ha sido espeluznante. Los pesimistas dicen que aquello simplemente nos despertó de un sueño imposible, el sueño miope de una Europa que veía un mundo sin conflictos, un dorado camino de baldosas amarillas en el que el fuerte estaba al lado y el débil debajo. Aquel golpe, siguen los pesimistas, nos hizo ver que la multicolor tierra de Oz está bastante más lejos de lo que pensábamos. Los optimistas, por el contrario? no dicen nada. Ya no quedan. En momentos como estos, no obstante, hay hueco para la esperanza. El favor de los servicios de seguridad británicos al mundo occidental ha sido grande, pero lo ha sido aún mayor a los países árabes. En los aviones, el pasajero caucásico mira con aprensión al árabe sentado dos filas más atrás. En la política internacional post 11-S, cuesta mucho a los gobiernos alzar voces contundentes contra los actos desproporcionados de Israel en cuando sale a la luz la palabra terrorista. ¿Imaginan lo oscura y ominosa que se hubiese vuelto la senda si hubiesen explotado una decena de aviones en el mismo día? La metáfora es tan sencilla como las restricciones que imponían los severísimos controles a los pasajeros el pasado 11 de agosto: sin libros ni móviles, sin conocimiento y sin comunicación. Sólo obediencia ciega y miedo desnudo.

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