Diario de León
Publicado por
PABLO MOSQUERA
León

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EL ÚLTIMO comunicado de ETA produce escalofríos. Avisan sobre una intervención, a su manera, para contrarrestar lo que consideran agresiones del Estado al mundo nacionalista del que son vanguardia y guía en el proceso que busca la paz con contenidos. Siempre dije que el proceso para la pacificación, previo a la normalización de la vida político-social en Euskadi, necesitaba que ETA fuera a parar a un segundo plano, dejando a Batasuna el papel negociador con los representantes del Estado. Desde entonces hemos asistido a: Actuaciones inoportunas por determinados jueces, que usaron su capacidad legal pero no con la oportuna prudencia para aplicar al momento la cautela precisa que haga más fácil la actuación del sector posibilista de Batasuna. Progresiva presencia mediática de ETA, con una escalada en el lenguaje, una veces para consumo interno, otras para responder al nacionalismo y al PP, con clara intencionalidad de marcar espacios para el futuro. Una dura instrumentalización del PP para movilizar el sentimiento de dolor y la desconfianza de la sociedad en un Gobierno que necesita arriesgar con el fin de aproximarse a la mesa de diálogo que logre la paz definitiva. Podemos estar viviendo a las puertas de un otoño en el que ETA vuelva a mostrar su capacidad para hacer daño de la única manera que sabe hacerlo. Podemos estar a las puertas de otra de las muchas frustraciones que hicieron creer a los españoles de buena voluntad que el País Vasco puede encontrar la solución al conflicto eterno de los muertos y las amenazas, porque desde hace más de tres años han estado ausentes de las páginas de los sucesos y de la vida de gentes como yo, amenazadas y comprometidas. Si fracasa el intento, ¿a quién deberemos reclamar? Si ETA vuelve a ser motivo de miedo, ¿volveremos a escuchar la necesidad de tener escenarios y dirigentes que nos construyan la paz? Si ETA vuelve a ser nuestra pesadilla, ¿quién gana y quién pierde? A lo mejor en la respuesta a estas preguntas están los motivos de unos para defender el proceso de paz, y los de otros para emponzoñarlo.

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